La Vanguardia (1ª edición)

La historia de un filántropo

- ECO MOÍAHÍS*

Cómo llega a millonario el hijo de un taxista?

La mía fue una infancia muy feliz, pero mi padre murió en un accidente de coche cuando yo tenía 10 años: un shock, pero tuve la suerte de estar rodeado de muchos amigos y superarlo, ese fue el primer paso.

¿Cómo salieron adelante?

Mi madre trabajaba en un almacén, no teníamos mucho pero lo suficiente para vivir. Mientras tengas felicidad y salud, el resto se construye.

¿Cómo lo hizo?

A los 19 años trabajaba en la banca en Londres, con 23 ganaba dinero como corredor de bolsa, y diez años después tuve una crisis.

¿De qué tipo?

Mi padre murió 9 días antes de cumplir los 36 años. Cuando yo tenía 33 estaba convencido de que, como él, moriría a los 36. Me quedaban tres años, así que decidí arriesgar y montar mi propia empresa de tecnología.

¿Funcionó?

personas más en los atentados con bomba que la organizaci­ón Yamaa Islamiya perpetró en la isla de Bali.

Vaya, lo siento.

Sentí que debía hacer algo más importante con mi vida que amasar dinero, así que decidí crear una fundación en honor a Annika para mejorar la vida de los balineses, y ahora operamos en toda Indonesia.

¿Dónde estaba usted cuando murió su novia?

De camino para reunirme con ella. Me abrieron bolsas y bolsas de restos de personas para que pudiera identifica­rla.

Espantoso.

Cuando supe que ya no la encontrarí­a con vida volví al hotel, me duché y con una toallita enrollada en la cintura empecé a escribir lo que pensaba que a ella le hubiera gustado hacer en su vida, y ocurrió algo curioso.

Cuénteme.

De repente la puerta de mi habitación se abrió, me asomé y no vi a nadie, salí al pasillo y seguí sin ver a nadie pero la puerta se cerró y tuve que bajar a recepción prácticame­nte desnudo.

Escena de comedia.

Me recibe en la suite del hotel Mandarin, viste como muchos millonario­s actuales: chaqueta de cuero, tejanos rotos, bambas... Está construyen­do en un terreno de 7.179 m2 en la avenida Pearson de Barcelona tres espléndida­s villas. Nadie diría al verlo que en su historia hay cuatro acontecimi­entos extremos. Hijo único de un taxista, lo perdió a los 10 años. A los 19 trabajaba en el Chemical Bank de Londres, donde se inició en el negocio del trading financiero. La mañana del 11-S tenía una reunión de trabajo en las Torres Gemelas. En el 2002, su novia murió en los atentados que la organizaci­ón Yamaa Islamiya perpetró en la isla de Bali. En el 2004, vivió el tsunami en su casa de la playa de Phuket (Tailandia). Vivir esos acontecimi­entos le convirtió en filántropo: “Si ocurre algo malo has de compensarl­o con algo bueno”.

Se salvó de nuevo por los pelos.

Esa fue la primera vez que pensé que debía devolverle algo a la vida. Semanas después dimos todas las ganancias de mi empresa para ayudar a las familias de las víctimas.

En el 2004 vivió otra tragedia: el tsunami.

Sí, estando en mi residencia en la playa de Phuket (Tailandia). Me levanté por la mañana, vi esa ola gigante y me subí al tejado. Fue allí donde decidí tomarme un mes libre para ayudar no solo con mi dinero sino también con mi tiempo. Creo que el voluntaria­do es fundamenta­l, el tiempo es como una divisa.

¿Qué hizo usted?

Creé una organizaci­ón que coordinaba a todas las oenegés para que no hubiera duplicidad, me di cuenta de que no era un mundo fácil, las oenegés competían entre ellas, pero valió la pena y conocí a gente increíble.

¿Por ejemplo?

Sri Lestari, una mujer que tras un accidente de moto quedó tetrapléji­ca, pero se adaptó una moto para recorrer Indonesia y animar a la gente a recomenzar de nuevo. No tenía dinero, pero con su tiempo le dio sentido a su vida y a la de muchas otras personas.

Parece que la desgracia le persigue. Mientras más años vivas más tragedias tendrás en tu vida, pero la mayor tragedia es tener una vida corta.

¿Cómo se ha recuperado usted?

Cuando algo malo pasa, yo hago algo bueno. Es importante sustituir una cosa negativa por otra positiva y no focalizart­e en lo malo, no es fácil pero hay que intentarlo.

Sin duda es usted positivo.

Siempre estamos aprendiend­o. Cuando pensamos que lo sabemos todo es porque no sabemos nada. Es muy importante ser humilde y entender a los otros, porque somos la suma de las personas que nos rodean. Cada día tiene momentos extraordin­arios si nos tomamos el tiempo de mirar a nuestro alrededor.

¿Ha sabido rodearse de buena gente?

Yo me distancio de las malas personas. No tengo enemigos, pero me quedo con la gente buena, ellos son mi talismán.

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