La Vanguardia (1ª edición)

Monarquía parlamenta­ria

- Francesc Granell

e acuerdo con el artículo 1.3 de la Constituci­ón, “la forma política del Estado español es la Monarquía parlamenta­ria”, y no es necesario recordar que bajo esta forma política España ha podido ingresar en Europa y en la OTAN y ha podido vivir una etapa de progreso solo alterada en momentos de crisis económica y pandémica o en momentos de tensión autonómica. Nuestra denominaci­ón oficial en el mundo no es España sino “Reino de España”, por si podía haber alguna duda.

Pese a esta realidad, algunos partidos extremista­s aprovechan cualquier ocasión y circunstan­cia para poner en tela de juicio la forma política del Estado, llevando a la tribuna pública la discusión sobre la convenienc­ia de que España fuera una república, olvidando que las experienci­as republican­as, desde la de Pau Claris para Catalunya en 1641 hasta la Segunda República proclamada en 1931 pasando por la Primera República de 1873, constituye­ron experiment­os fallidos.

En este sentido llama la atención que la autoprocla­mada Plataforma para la Consulta Popular sobre Monarquía o República , impulsada por Podemos e Izquierda Unida, lanzara un pseudorefe­réndum, celebrado este pasado 14 de mayo, que arrojó un resultado en el que se ve el poco interés que despertó por su inutilidad. Solo logró 81.617 votantes del censo electoral de mas de 37 millones de electores que hay en España, pese a haber establecid­o 727 puntos y movilizado a más de 4.000 voluntario­s para la votación.

Como era de esperar, porque solo participar­on en el referéndum los superforof­os antimonárq­uicos, el 93,2% de los votantes se pronunció a favor de la república, y el 5,8%, a favor de la monarquía. Un resultado con porcentaje de aprobación de la idea de los impulsores del referéndum parecido a los que Franco organizó durante su dictadura.

La poca cantidad de votantes sirve para poner de manifiesto que buena parte de la población sigue estando de acuerdo con la forma de Estado que se pactó en la transición con las consabidas renuncias de los partidos políticos de entonces .

Es en este contexto que la noticia de que el rey emérito va volver unos días a España, desde su exilio en Abu Dabi pasando por Sanxenxo y Madrid en viaje privado, ha desatado a los antimonárq­uicos que querrían que el retorno de Juan Carlos les facilitara el camino para debilitar a Felipe VI y a la princesa de Asturias y sobre todo a la Corona, sabedores de que esta es la pieza fundamenta­l del equilibrio institucio­nal de la España democrátic­a.

Los que, con la mayoría silenciosa española, somos monárquico­s deseamos que la presencia del emérito en España sirva para reafirmar el papel de la Corona en la jefatura del Estado de acuerdo con lo preceptuad­o en la Constituci­ón y no para crear confusión mezclando interesada­mente las conductas reprobable­s del emérito que se hayan podido producir y la realidad de un Estado para el que la monarquía es un elemento incontesta­ble de estabilida­d.

La mayoría silenciosa española es monárquica

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