En casi cuatro millones de familias, en las que viven más del 27% de los niños españoles, la alimentación es deficiente
Algo parecido está sucediendo, también, en Gran Bretaña, donde el Banco de Inglaterra ha advertido de lo dramático de la crisis alimentaria. Aunque aquí desconocemos su alcance, hay ya evidencia anecdótica de que la situación comienza a ser grave: los bancos de alimentos en España presentan crecientes dificultades y tienen que reducir las raciones que suministran a los más necesitados. En suma, para ellos, peso determinante en su cesta de la compra del gasto en alimentos y en vivienda y energía y crecimiento disparado de esos precios, se resumen en que en cerca de unos cuatro millones de familias, donde viven más del 27% de los niños españoles (2,1 millones), la alimentación es deficiente o, simplemente, escasa.
La pobreza es invisible. No hay manifestaciones ni algaradas por el reparto de alimentos. Pero que no se la vea no significa que no esté ahí, agazapa, silenciosa y sufriente. Con lo que llueve, las cosas no están bien para nadie. Pero hay muchos que lo pasan realmente mal. ¿Deberían hacer algo los gobiernos?