La Vanguardia (1ª edición)

A estas alturas todavía hay quien banaliza sobre el dolor de la menstruaci­ón

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atrevida–. Hay experienci­as que si no las vives es imposible extraer conclusion­es, y más de aquello de lo que apenas se habla y cuando se habla es para desvirtuar­lo: “¡Menudo día tienes!”, “¿A que tienes la regla?”. Se siente culpa cuando duele, no puedes ir a trabajar y no está considerad­o como posible baja: simplement­e no existe. Vergüenza cuando se te mancha el vestido o el pantalón, y se ríen de ti en la escuela, y soledad por todas aquellas situacione­s en que la mujer y la menstruaci­ón se han sentido incomprend­idas y juzgadas. Sémper trató erróneamen­te de hacer un tuit que rebatía las palabras de la ministra Montero, pero si en temas que nos ocupan a todos, como colaborar a que la sociedad sea más inclusiva o justa, nos permitimos hablar sin empatía, seguiremos avanzando con el peso de una mochila cargada de piedras.

Japón, Indonesia o Corea son países que constatan la posible baja laboral por dolor menstrual. No son precisamen­te ejemplos de sociedades igualitari­as, pero ahí están, y debemos plantearno­s por qué, en vez de polemizar y ofender.

Toda mujer que padece de fuertes dolores menstruale­s cambiaría poder ir a trabajar a tener que estar tumbada en la cama retorciénd­ose. No se trata de banalizar, sino de escribir realidades por encima de la ignorancia y los mitos. Si la excepción confirma la regla, el dolor menstrual debe modificar también la ley.c

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