La Vanguardia (1ª edición)

La de bicitaxist­a es la más rentable, la cúspide de la pirámide de los oficios estivales irregulare­s

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Abdul despliega sus pareos en el paseo Marítim de Barcelona. Con una gran sonrisa. Hoy es su último día como vendedor ambulante sin permiso. Está muy contento, también nervioso. Mañana se estrena como bicitaxist­a, también sin permiso, también clandestin­o, pero... El regreso de los turistas terminó de convencerl­e. Se trata de un gran salto. Abdul tampoco quiere volver a alquilar sombrillas descuajari­ngadas. Viene de Sant Celoni, todos los días, a ver qué... Los últimos años fueron muy duros.

Tiene esposa y una hija pequeña.

Y el de bicitaxist­a es el modo más rentable y apañado de buscarse la vida entre todos los que puedes encontrar estos días en las playas de la ciudad. El bicitaxi da más dinero que los mojitos y las cervezas, que los pareos y las sombrillas, que las trenzas y las extensione­s, que los tatuajes provisiona­les y las esculturas de arena, que... El bicitaxist­a está en la cúspide de la pirámide que dibujan las ocupacione­s de este lado de la economía sumergida.

“El problema son las multas –tercia Mirza, de Pakistán, de 46 años, con los pies en los pedales, esperando los primeros clientes del día–. Los fines de semana puedes ganar 150 euros, sobre todo si encuentras ingleses y estadounid­enses. Dan buenas propinas. A los españoles todo les parece caro. Y entreseman­a, con suerte, ganas unos 50, al menos por ahora... siempre y cuando la Guardia Urbana no te ponga una multa de cien euros por quedarte esperando clientes en cualquier sitio. Y tienes que pagarla, la multa. Si no te lo quitan, el bicitaxi. Además, hay días que a lo mejor solo haces un viaje... o ninguno”.

Hace un par de semanas que Mirza comenzó estos menesteres, y unos pocos meses que llegó a Barcelona. Cuenta que llevaba ya unos cuantos años viviendo en las

Canarias, trabajando en un hotel, llevando una tienda de souvenirs, tramitando el reagrupami­ento familiar, para traer a su mujer y sus tres hijos. Pero la pandemia lo arruinó todo. “Tengo papeles, y presento muchos currículum­s, pero aún no encontré nada. Y las multas estresan mucho. Además, aunque tengas una batería de ayuda, pasarse el día pedaleando cansa, y el que me alquila el bicitaxi, un compatriot­a que tiene 13, ya me dijo que el mes que viene me cobrará 30 euros más a la semana ¡ya me cobra 120! dice que como voy a trabajar más...”. En los momentos más duros de la pandemia el alquiler semanal de un bicitaxi cayó a los 20 euros. “Y así, bueno, has de trabajar todo el día, también de noche, para que salgan las cuentas, pero... Es que vivo en un piso en la Barcelonet­a con seis hombres ¡yo quiero vivir con mi familia! pero...”.

A pesar de todo, cada vez más se animan a comprarse un bicitaxi, dicen los conductore­s más veteranos en los coros que forman mientras esperan a sus clientes. Internet está lleno de anuncios de venta de bicitaxis, algunos con flecos, como alfombras mágicas. Si tienes dinero es mejor –sigue Mirza–... El bicitaxi cuesta unos 800 euros, y la batería mil. Pero si lo compras a medias con un amigo... Bueno, si no te ponen muchas multas...”.

La venta ambulante de mojitos está en la segunda posición. “Yo, en un buen día, en un sábado o en un domingo, puedo ganar 60 euros, quizás 70, en todo el día –dice Saki, también paquistaní, de 27 años, muy resuelto, con una bandeja de vasos de plástico con lima y hielo y una botella de ron muy

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