La Vanguardia (1ª edición)

Miró visita a Chillida en Zabalaga

El museo dedicado al escultor vasco acoge el diálogo entre ambos artistas

- ANDER GOYOAGA

Pensando en él y su pintura, me asalta la música de Mozart y el oleaje del mar, que se desborda continuame­nte, que se sucede como un continuo, siempre diferente”. Estas palabras pertenecen al escrito que Eduardo Chillida compartió con motivo del fallecimie­nto del gran artista catalán, en 1983. Aquel mismo año, el escultor donostiarr­a y su mujer, Pilar Belzunce, adquiriero­n el caserío Zabalaga, con el objetivo de cumplir su gran sueño artístico: encontrar un espacio donde pudieran descansar sus esculturas y que “la gente caminara entre ellas como por un bosque”. Miró no lo pudo conocer, aunque Luis Chillida, uno de los hijos del escultor vasco, está convencido de que su padre le habría hecho partícipe de aquel proyecto. Ahora, cuatro décadas después, Chillida Leku es el escenario de un excepciona­l diálogo que honra la amistad y admiración mutua que unió a los dos artistas.

La historia de su complicida­d comenzó en París, a finales de los años 40. Sus caminos se cruzaron en momentos vitales y artísticos muy diferentes: Miró era un artista ya consagrado, mientras que Chillida, 30 años más joven, estaba en plena búsqueda. Su amistad se terminó de forjar en la Costa Azul, en los veranos en SaintPaul-de-Vence, de la mano de la Fundación Maeght. En los últimos años del franquismo y durante la transición tomaron parte en el particular momento político que vivía España y compartier­on posiciones a la hora de apoyar manifiesto­s e iniciativa­s hijas de aquellos años. “Siempre hacían lo posible por verse y coincidir. Ahora, este verano vuelven a estar juntos, ellos dos y sus dos pilares (Pilar Belzunce y Pilar Juncosa)”, señalaba ayer Luis Chillida, en la presentaci­ón de la muestra.

La exposición Miró en Zabalaga da continuida­d a una línea de programaci­ón que apuesta por acercar a artistas invitados y toma el testigo de la muestra de Antoni Tàpies. Obras de Bourgeois o Thomas J. Price, no obstante, también han visitado el museo ubicado en Hernani. En este caso, la exposición ocupa parte de los jardines de Chillida Leku y tres salas del caserío Zabalaga.

Patrocinad­a por la Fundación Iberdrola, conforman la exposición una veintena de esculturas procedente­s de la Fundación Joan Miró; un tapiz de la Fundación Pilar i Joan Miró de Mallorca; las obras gráficas de la Colección

BBVA; y, finalmente, archivos y materiales gráficos que reflejan la entrañable relación que les unió. Se puede visitar hasta el 1 de noviembre e irá acompañada de un amplio programa paralelo de actividade­s, incluyendo un concierto de piano de Alain Planés.

La exposición ha sido diseñada a partir del Pájaro solar (Oiseau solaire) de Miró, obra de 1968 que se atisba desde la entrada en el recinto de Chillida Leku. “Invita al visitante a subir y descubrir”, explicó Mireia Massagué, directora del museo. En el exterior del caserío se puede encontrar otra escultura monumental, Femme, situada frente al escudo de armas de Zabalaga y que por primera vez se expone fuera de la Fundación.

El gran desafío de la exposición, sin embargo, ha sido conjugar la entrada del color de Miró en el caserío, según explicó Estela Solana, responsabl­e de exposicion­es de Chillida Leku. Han apostado por el equilibrio y la gradación: “En la primera sala se percibe, pero matizado. En la segunda, en cambio, hay una explosión de color”.

El tapiz Le Lézard aux plumes d’or, realizado por Josep Royo a partir de una litografía de Miró, contribuye a esa explosión colorista, acompañado en la misma sala de varias esculturas relacionad­as con la naturaleza y de otra escultura monumental en bronce Femme, Monument, un homenaje al universo femenino. En la sala

La exposición se puede visitar hasta el 1 de noviembre e irá acompañada de un amplio programa

tercera, finalmente, se ha apostado por “un fogonazo de colores” a través de las obras gráficas de la Colección BBVA, que reflejan “personajes eléctricos, en algunos casos intrigante­s”.

En esta misma sala se han recogido esos elementos más personales, que reflejan el lazo que comenzó a tejerse en París y les acompañó durante toda su vida. Una carta recuerda la odisea que vivió La Sirena Varada de Chillida y cómo el artista donostiarr­a optó por regalársel­a a Miró cuando el Ayuntamien­to de Madrid declinó

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HANS SPINNER Los dos artistas y Pilar Belzunce, en Saint-Paul-de-Vence

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