La Vanguardia (1ª edición)

El eterno recomenzar

- LLUÍS AMIGUET

LMuchos se preguntan por qué he publicado esas cartas que evidencian una relación fuera del matrimonio del que nací...

¿No dudó antes de hacerlas públicas?

No, porque eran una delicia literaria de la que no podía privar a los lectores. Por eso, después he recibido cartas de agradecimi­ento de quienes las leen.

¿No pertenecía­n al ámbito privado?

El amor inspira maravillas que todos nos merecemos conocer. Y no solo por las que escribió mi padre a María; sino, sobre todo, por las que escribió María.

Excelente actriz... ¿y también escritora?

Alejo Carpentier alabó su prosa y su estilo y quienes las leen comprueban, además, que son emocionant­es. Ese amor hoy ya es patrimonio de todos.

¿Aún se escriben cartas de amor así?

No me obligue a comparar las cartas de amor de antaño con los watsaps de nuestras relaciones hoy. Y le invito a leer también a María Casares en Résidente privilégié­e, que no se ha publicado en España y que publicó en Francia, tras la muerte de mi madre para no ofenderla. Sus páginas sobre Albert Camus son espléndida­s.

¿Qué unió a Camus y a Casares?

Los dos eran transterra­dos..., extranjero­s siempre de alguna manera. Y la derrota de la República española les unió.

María Casares era hija de Casares Quiroga, presidente del Gobierno republican­o.

Ella, exiliada. Y mi padre siempre fue un chico de barrio pobre argelino, pero también español. Siempre me decía que su mejor parte era la española: la menorquina, la de su madre, mi abuela, mujer de carácter. Mi abuelo murió combatiend­o en la I Guerra Mundial y mi padre no lo llegó a conocer.

Ha pasado usted muchas horas editando esas cartas y otros trabajos de su padre.

Le debo todo. Y no me refiero solo a la paternidad biológica, que me dio la vida, sino también a su herencia ética, que me ha enseñado a vivirla. Cuando papá murió, yo tenía 14 años y fue como un terremoto. Al saberlo, tuve miedo y corrí, corrí, corrí...

¿Cómo le ayudó Albert Camus a vivir?

...Porque tengo 76 años y desde los 14 cuan

Recorremos con los Camus la Menorca de sus abuelos. Catherine visita en Maó el lazareto que inspiró el de La peste, tan citada durante la pandemia. Y evoca “l’éternel recommence­ment” de El mito de Sísifo, como exigencia ética de rebeldía irrenuncia­ble ante la injusticia y el infortunio. En las sobremesas con intelectua­les palestinos, argelinos, catalanes y madrileños en inglés, francés, menorquín y castellano, el exministro Miguel Ángel Moratinos, empecinado en convertir las Trobades menorquina­s en un “Davos mediterrán­eo”, contrasta sus conviccion­es geopolític­as. Mientras, en el otro extremo del Mediterrán­eo camusiano se mata y se muere de nuevo por la libertad con resultado incierto. “La lucha en sí misma para conquistar las cumbres –escribe Camus– basta para colmar un corazón de hombre”.

Mi padre nunca quiso venir a España, porque estaba Franco. Y para mí venir aquí ahora ha sido... Cuando desde el avión he visto la isla, ha sido como un terremoto interior...

¿La esperaba así?

Mire aquí, mire ese edificio: es donde mi padre ubicó el lazareto de La peste. Es ese edificio... Es lo que le decía: aquí me siento en casa. Estoy en su memoria.

Hoy es un país rico, pero lo fue pobre.

Mis bisabuelos emigraron a la Argelia francesa, para huir de esa pobreza. Y recuerdo el sombrero menorquín en casa. Era de mi tatarabuel­o, a quien el marido de una mujer que le engañaba con el cura le disparó confundién­dole con él. El sombrero le salvó desviando aquella bala.

Y gracias a él, Camus pudo nacer.

En África. Yo me siento africana también. Lo explico en Le monde en partage, el mundo compartido. Si no es compartido, no es el de mi padre ni el mío.

¿Cómo descubrió la correspond­encia de su padre con María Casares?

Cuando murió papá en aquel accidente, las guardé y mi amiga Béatrice Vaillant me convenció de publicarla­s y me ayudó a fecharlas –mi padre nunca fechó ninguna– con un calendario perpetuo.

¿Estaban bien guardadas?

Pero alguien llegó a leerlas y copiar algunas de aquellas cartas el día del entierro, por eso salieron libros sobre su relación con María.

¿Y usted decidió publicarla­s todas?

Llamé a Michel Gallimard, gran amigo de papá, y decidimos publicarla­s en noviembre de 1997. Pronto aparecerán aquí en español.

¿Cuál es su pasaje preferido?

Papá es más seco que María, que se emociona y describe lo que siente en extensión y profundida­d con ternura indecible.

¿Cuál es su carta preferida?

La de María sobre Camaret, en Bretaña. Y en la obra de papá, su búsqueda de la verdad. Lo que más odiaba era la mentira. Yo he vivido buscado la verdad.

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