La Vanguardia (1ª edición)

Cultura para salvar el delta del Ebro

Una caravana de artistas se inspirará en el parque natural de la desembocad­ura del río para crear sus nuevas obras

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El escritor Gabi Martínez ha vivido un año en la isla de Buda. Es el mayor humedal de Catalunya, unas mil hectáreas de pura naturaleza donde se concentra el 40% de las aves del delta del Ebro que, junto a otras especies, viven entre cañaverale­s, tamarindos, juncales, eucaliptos y cultivos de arroz. La isla de Buda es un paraíso. Y está condenada a muerte.

“En los últimos 60 años se construyer­on presas en la cuenca del Ebro que han reducido la bajada de sedimentos”, explica Guillermo Borés, representa­nte de la propiedad de la isla. Eso hirió de gravedad a Buda, que en el 2017 sufrió la estocada final “por el cambio climático, que ha aumentado el nivel del agua del mar”. Borés calcula que a la isla le quedan entre cinco y diez años de vida antes de fallecer anegada por el Mediterrán­eo.

La ampliación de la playa con arena del fondo del mar podría servir para indultar a Buda. Pero esa decisión no acaba de llegar. Mientras la Administra­ción se lo piensa, Martínez, que tras su larga estancia ama la isla, se ha propuesto poner su granito de arena para evitar su desaparici­ón. El autor de Animales invisibles apuesta por la cultura para salvar la naturaleza.

Martínez se ha aliado con Josep Sucarrats, director de la revista Arrels, para organizar una caravana de ocho artistas de diversas disciplina­s, edades y procedenci­as con idea de que unos días en el delta del Ebro les sirvan de inspiració­n para sus nuevas obras. Martínez y Sucarrats esperan que de esta estancia entre arrozales broten libros, canciones, ilustracio­nes, poemas y hasta recetas de cocina.

David Carabén, líder del grupo musical Mishima, no lo dudó cuando le propusiero­n unirse a la caravana, y tras dos días de ruta por las aguas del Delta está seguro de que “va a haber inspiració­n”, aunque todavía no sabe “si será en forma de canción”. Su futura obra podría versar sobre el toro bravo, que “actuó como un agente civilizado­r en la zona, fue la maquinaria para cultivar el delta y forma parte del territorio”.

“El toro ha ayudado a conservar la biodiversi­dad”, remacha Paco Palmer, encargado del mantenimie­nto y de la alimentaci­ón de la manada de toros salvajes que todavía corre en libertad por la Illa dels Bous. Un lugar que puede servir para que la artista francesa Natacha Sansoz alumbre su nuevo trabajo. Sansoz vive en el Pirineo francés, donde desarrolla el patrimonio de la lana a través de proyectos artísticos.

Jaume Vidal conoce bien a esos toros porque es de la zona. El último proyecto de este dinamizado­r

De esta estancia entre arrozales podrían brotar libros, dibujos canciones, poemas y hasta recetas de cocina

cultural es el museo del Mosquito. Vidal reivindica a estos insectos “que están demonizado­s, por ser enemigos de los turistas, pero que son fundamenta­les para mantener la biodiversi­dad en el delta”.

Y Marina Monsonís, impulsora de la cocina del Macba, hace arte con los alimentos y lo tiene bastante claro: de su paso por la desembocad­ura del río Ebro puede surgir un sabroso menú a base de especies invasoras a priori poco apreciadas como el siluro, el cangrejo azul o la tortuga de Florida.c

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JORDI BOSCH/ARRETS. La ‘Illa dels bous’, donde vive una manada de toros salvajes

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