La Vanguardia (1ª edición)

Micic niega la undécima

El Anadolu Efes volvió a proclamars­e campeón de la Euroliga en una final muy competida en la que el Real Madrid no manejó bien los últimos segundos

- LR S URNERES Enviad especia

El serbio fue un merecido MVP pero seguro que compartirá un trozo con un gigante Pleiss

No tuvo ayer su mejor día Florentino Pérez, que llegaba al Stark Arena colgado del teléfono tras el portazo que le había dado en todos los morros Kylian Mbappé y lo abandonaba un par de horas después tras presenciar la derrota del Real Madrid ante el Anadolu Efes en la final de la Euroliga. No podrá celebrar de momento el equipo de Laso su undécimo cetro continenta­l aunque lo que ha conseguido en Belgrado, sorprendie­ndo (y dejando muy tocado) al Barça y compitiend­o hasta el último segundo ante los turcos, merece palabras de elogio.

Pero si el Barça de Jasikevici­us parece estar acabando con su dominio en el baloncesto español, en la final de ayer el Real Madrid entregó definitiva­mente el testigo continenta­l al Anadolu Efes de Ergin Ataman, finalista de las tres últimas ediciones de la Euroliga y campeón de las dos últimas ante, precisamen­te, Barça y Real Madrid. No hay transatlán­tico que se le resista al combinado turco, que vive principalm­ente del maravillos­o talento que acumula en su plantilla. Eso sí, con un líder indiscutib­le como es Vasilije Micic. El serbio, MVP el año pasado en Colonia y ayer en Belgrado, clasificó al Efes para la final con un triple sobre la bocina y firmó otra actuación de NBA ante el Real Madrid. No es ningún secreto que Europa se le queda muy pequeña desde hace tiempo.

Pero si el año pasado en el Lanxess

tuvo la inestimabl­e ayuda de su Zape particular, Shane Larkin, en el Stark Arena la intervenci­ón de Tibor Pleiss fue igualmente decisiva. El pívot alemán, al que durante su paso por el Palau se le acusó en no pocas ocasiones de falta de carácter, dio toda una lección en el partido más importante del año, levantándo­se de un muy mal inicio en el que fue devorado por Tavares, y convirtién­dose en pieza fundamenta­l para el éxito otomano.

Se le hizo un tanto larga la final al Madrid, que marcó el paso del partido con una defensa impresiona­nte y logró que el marcador viviera momentos de hambruna, un escenario que claramente le favorecía. Hubo minutos de defensa de Llull sobre Larkin o de Taylor sobre Micic de esos para poner en las escuelas de baloncesto, pero las fuerzas de un equipo veterano como el blanco fueron menguando minuto a minuto.

Los 12 puntos y 7 rebotes de Tavares en el primer acto permitiero­n al Madrid dominar el partido con más o menos comodidad, según le daba a la muñeca de Micic, que también iba sumando lo suyo. Pero sólo Llull parecía seguir la estela del gigante blanco en ataque y no acababa de romper el partido el equipo de Laso, que oteaba en el horizonte su tercera Euroliga. Se empeñaba el Efes en intentar anotar a base de penetracio­nes, chocando una y otra vez contra Tavares. Anotar desde fuera les costaba un mundo a los dos finalistas –ninguno superó el 25% de acierto en los triples–, pero el

Madrid parecía más entero. Hanga estiraba hasta el 40-31 (m25) y ahí tuvieron los blancos la undécima en varios ataques seguidos en los que no pudieron anotar a pesar de ponerse las botas en el rebote ofensivo.

Olió la sangre entonces el Efes y empezó como una hormiga a acercarse en el marcador. La cuarta falta de Tavares al inicio del último acto le pesó mucho al Madrid y Micic no tardó en recuperar el mando para los suyos. Fue en el tramo final, en el que cada canasta valía su peso en oro, cuando la muñeca de Pleiss a media distancia empezó a enfilar el título. El equipo de Laso pareció agotado mental y físicament­e porque no hizo ni falta en la última posesión del Efes y no pudo ni lanzar a canasta para intentar ganar. La undécima tendrá que esperar.c

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