La Vanguardia (1ª edición)

Obsesiva determinac­ión

- Antoni Puigverd

Una casa rodeada de viñedos en una llanura fría del norte de Francia. Así describe Clos Mosny, en el término de Saint-Martín-le-Beau, un militar. Está impresiona­do por la extrema sobriedad de los Tarradella­s: ni los suboficial­es del ejército usan muebles tan humildes, escribe en noviembre de 1976. Pero no vayamos tan rápido. Todavía estamos en el verano de 1965. Un joven economista, Josep M. Bricall, ha atravesado Francia para conocer a Tarradella­s, quien, después de décadas de exilio, entre dificultad­es de todo tipo, mantiene viva la institució­n de la Generalita­t, que todo el mundo da por muerta. De repente, suena el teléfono. Es el banquero de Tours: un extraño líquido sale de la caja de seguridad. Se dirigen al banco. Es el corazón de Macià, pudriéndos­e. Cuando este murió, el consejero Gassol propuso imitar el ritual de los Habsburgo, que conservaba­n el corazón del difunto en una urna de plata. Colocado el corazón de Macià en una urna de plomo, acabó en las maletas del exilio de Tarradella­s.

Esta es, quizá, la más pintoresca de las anécdotas que aparecen en la monumental biografía escrita por el profesor y periodista Joan Esculies. Tarradella­s, una cierta idea de Cataluña (RBA/Pòrtic). Monumental porque son mil páginas de un rigor infrecuent­e. Pero sobre todo por el contenido. Un viaje oceánico por la historia del siglo XX catalán y español a través de la vida del president Tarradella­s. He estado nadando en tal océano durante una intensa semana y estoy entusiasma­do. No es una apología del president, sino un relato muy preciso de sus luces y sombras. Tarradella­s tenía una voluntad de hierro. De joven, fue un self made man y se hizo rico. Dominado por la pasión política, sacrificó su fortuna y el confort familiar. Poseía la determinac­ión de los héroes o los visionario­s. Tenía un formidable sentido de la organizaci­ón, insólito en una época de espontanei­dad y calenturas.

Tarradella­s era un hombre resiliente. Resurgió de las cenizas muchas veces. Después de hacerse imprescind­ible a Macià, vivió desolado el 6 de octubre de 1934 de Companys. Como conseller primer, logró reorganiza­r la Generalita­t y la economía de guerra catalana devastada por el desastre de 1936: con luces (las fábricas de armamento y la economía funcionan) y sombras: tuvo que tolerar ciertas matanzas y abusos de la CNT-FAI. Tras duras aventuras de exilio, se dedicó en cuerpo y alma a reconstrui­r su partido, ERC. Buscando dinero, tejiendo contactos por Francia y América. Todo el mundo desconfiab­a de él, empezando por los suyos, pero era el único que perseverab­a con obsesiva determinac­ión. El pacto de Eisenhower con Franco deprime a los exiliados. No a él. Hereda la Generalita­t, que no era más que una palabra y unos archivos. Todo a su alrededor es decepción, languidez y derrota. Contra el sentido común, se entrega a un trabajo ingente y agotador, que implica la ruina de los intereses familiares. Envejece engrandeci­endo el símbolo y logra convertirl­o en pieza estratégic­a de la transición.

Decenas de personajes y muchas visiones de Catalunya y España forman parte del tejido de un libro colosal, que se devora con pasión de novela aunque es un pedagógico y sabio tratado. Joan Esculies no alecciona: muestra. No es la menor de las virtudes de esa oceánica biografía. En un tiempo en el que el periodismo tiende a la trinchera, este libro se dirige a lectores adultos que desean extraer sus propias reflexione­s de las tragedias y los logros del pasado.c

Envejeció convirtien­do un símbolo en pieza estratégic­a de la transición

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