ARTE Y ARTES
Hay lugares que, incluso antes de haberlos visitado, pueden ejercer una fascinación fuera de lo común, ya desde su reproducción mediante imágenes en películas, fotografías, dibujos o grabados, o también a partir de una descripción literaria o un relato mitológico. Esto nos ha podido suceder con el desierto del Sáhara gracias a Lawrence de Arabia, con la ciudad de Nueva York gracias a bastantes películas o con las pirámides de Egipto gracias a muy diversas ficciones. Y uno de esos lugares es la antigua ciudad precolombina del Machu Picchu, un conjunto de ruinas andinas olvidadas y escondidas durante siglos, cubiertas por la tierra y por la selva, y descubiertas en 1911 gracias a una expedición de la universidad de Yale y la National Geographic Society. Puede extrañar lo tardío de ese descubrimiento, pero se puede explicar por varias razones.
La explicación en clave maravillosa es la que se relataba en el álbum de Hergé El Templo del Sol: una ciudad inca escondida y secreta, desaparecida o quizá salva