¿Acertarán esta vez los sondeos?
Viajar al pasado podría cambiar el presente (por eso es imposible), pero viajar al futuro ya no cambiará el pasado. Sin embargo, las encuestas son un falso viaje al futuro que sí puede cambiar el presente hasta convertir el desenlace previsto en una profecía autocumplida o, por el contrario, desencadenar un resultado inverso al propio pronóstico. Las elecciones del domingo en Andalucía, tras los errores demoscópicos del 2018, permitirán verificar hasta qué punto los sondeos difundidos durante la campaña se han convertido realmente en una profecía autocumplida o han contribuido a dinamitar sus propios vaticinios.
Con el mayor porcentaje de indecisos situado en el ala izquierda del electorado, y sobre todo entre quienes votaron al PSOE en el 2018 (hasta uno de cada cinco), el desenlace debería presentarse más abierto de lo que apuntan las
En política se puede ganar, perder o empatar. Lo extraordinario es hacer las tres cosas al tiempo. Camino de lograr semejante gesta está Mr. Concordia (Moreno Bonilla), que desde el debate en Canal Sur ya no tiene la cara de optimismo de siempre. Sonreír, sonríe todavía: es un profesional de las relaciones públicas que lo mismo te vende un seguro que te aguanta una letra sin pagar. Pero en su interior algo se ha roto. El 19-J esconde una mise en abyme: una fábula dentro de un cuento. El jefe del PP puede perder ganando o empatar perdiendo. Lo que no parece muy factible es que este domingo gane con holgura. encuestas. Sin embargo, los pronósticos coinciden en torno a unas franjas de voto bastante delimitadas. Por ejemplo, el PP se mueve por encima del 35% de los sufragios y la duda principal reside en lo cerca que puede quedar del 40% (o si podría superar ese porcentaje, con lo que duplicaría su resultado del 2018 y cosecharía más de 50 escaños, hasta quedar a un paso de la mayoría absoluta).
Por su parte, la duda que planea sobre el PSOE se ciñe a determinar si el socialismo andaluz logrará mantener su suelo electoral por encima del 25% de los votos (y los
Lo denota, indiscreta, su dicción: hasta ahora decía que necesitaba gobernar solo para consolidar el cambio (sin cambio). Desde comienzos de esta semana ha empezado a decirlo de otra manera. Ayer, en Granada, inmerso en un mar de selfies, prometía ayudas para familias, pymes y empresas: “Andalucía puede perder el 33 escaños actuales), ya que incluso la encuesta flash del CIS prevé la posibilidad de que el sufragio socialista caiga por debajo del 24%. Hace cuatro años, una declinante Susana Díaz rozó el 28%. Pero el problema actual del socialismo no es solo la abstención sino la eventual fuga hacia el PP de uno de cada diez votantes del 2018.
Ahora bien, una vez se da por descontada la derrota del PSOE, la principal incógnita de las elecciones del domingo es el voto de la ultraderecha. La lógica electoral sugiere que, por fuerza, Vox debería crecer, como lo ha hecho en el resto de España tras agregar a su núcleo procedente del PP un puñado de antiguos votantes de Cs (algo que ya evidenciaron las elecciones de noviembre del 2019).
La pregunta es cuánto puede crecer el partido de Abascal y Olona. Vox obtuvo el 11% de los sufragios hace cuatro años, pero ahora el promedio de los sondeos sitúa a la derecha radical más allá del 16%. Pocos estudios dan a los ultras menos del 15% de los votos. El problema de esa previsión es que el voto conservador en Andalucía habría pasado en siete años del 39% a más del 56%: 17 puntos. Y, además, allí el grueso de las pérdidas de Cs se ha ido al PP, no a Vox.
Finalmente, la estimación de voto de la izquierda radical (Por Andalucía y Adelante Andalucía) prevé una caída de dos puntos (y hasta siete escaños) con relación a su resultado del 2018. Pero su auténtica tragedia es que, desde el 2015, ese espacio habría perdido un tercio de sus votantes. A partir de ahí, ¿puede la izquierda mejorar sus expectativas o dar incluso la sorpresa? Seguramente, no. Lo impide la abrumadora preferencia que suscita el candidato del PP o la insólita valoración positiva de su gestión. Con esos indicadores, los actuales pronósticos solo pueden actuar como profecías autocumplidas, sin posibilidad de provocar una réplica subterránea que altere o invierta las previsiones.c
Los indecisos están en la izquierda, pero todos los indicadores revelan que la movilización se sitúa solo en la derecha
un estancamiento. De suceder, no sería un problema: Vox, como Moreno en el 2018, puede alcanzar más poder que nunca con menos votos. Es un escenario plausible. Feijóo comienza a preparar el terreno para lo que viene: ayer reclamó la abstención del PSOE para investir a Moreno –descartada categóricamente por Moncloa– y disimular así (en primera instancia) la dependencia con Vox. Génova teoriza incluso con un pacto a la diestrísima que excluya “las políticas sociales”. No way. Repetir los comicios no es una opción: puede salir lo mismo, que ganen las izquierdas y que todo se hunda. En los tres casos, Moreno perdería su aura de invictus y Feijóo, el oremus.