La Vanguardia (1ª edición)

El miembro fantasma de las élites

- Francesc-Marc Álvaro

Mi conclusión, tras leer el muy informado libro de Manel Pérez sobre las élites barcelones­as del dinero y los negocios, es doble: por un lado, lo que antaño se llamaba burguesía no sabe, en Catalunya, qué quiere ser de mayor; por otro, al conjunto de esta clase parece dolerle algo parecido a una extremidad amputada, eso que los médicos llaman “un miembro fantasma”. Los patricios catalanes van en busca de un relato, pero persiguen una sombra.

Cronista avezado de los despachos y salones donde se toman esas decisiones que no dependen de las urnas, Pérez sostiene que las élites empresaria­les sufren una orfandad política que cuaja con el procés, pero tiene causas más antiguas, en el momento en que la estrategia del peix al cove tocó fondo, en 1996, tras la firma del pacto del Majestic entre el PP de José M.ª Aznar y la CiU de Jordi Pujol. Luego, la reforma del Estatut que impulsó el president Maragall (con el concurso de Artur Mas) fue otra vuelta de tuerca.

Vivimos hoy en la pospolític­a y en el posprocés. Venimos de años de turbulenci­as. Atrapados entre un Gobierno del PP recentrali­zador y un nacionalis­mo que muda en soberanism­o, “la elite que perdió la partida” se extravía en un paisaje de impotencia­s que, además, se ve dislocado por la globalizac­ión. El impacto de las nuevas reglas globales rompe el concepto de poder que se manejaba desde principios del siglo XX, así como la relación entre los representa­ntes democrátic­os de la ciudadanía y los propietari­os y gestores del capital. Ni el poder ni los poderes son ya lo que eran (en tiempos de Cambó, de los tecnócrata­s de Franco, de la transición o del pujolismo) y ello tiene y no tiene que ver con la crisis de octubre del 2017.

En el procés desembocan muchas crisis y, a su vez, el procés provoca otras tantas. Evitemos el presentism­o: Pujol fue el mal menor para unas élites que cohabitaro­n con un relato que no les producía ni frío ni calor, mientras era asumido, en cambio, por las clases medias. El pujolismo gobernó más de veinte años, pero no tuvo nunca la hegemonía en sentido gramsciano: la alta burguesía y los intelectua­les estaban muy lejos de ese president que había sido banquero. ¿Pierden realmente la partida estas élites? Los burgueses catalanes ven saltar por los aires su partido de convenienc­ia, pero, en paralelo, se da el reforzamie­nto de algunas grandes empresas catalanas, que, por vez primera en la historia, conquistan el liderazgo español. No se ha catalaniza­do España, pero algunos catalanes tienen grandes palancas de poder en Madrid. Ya no sirven los esquemas de Vicens Vives.

El título del libro que anima estas líneas, La burguesía catalana, invita a un amplio debate sobre la pervivenci­a de un sujeto histórico que ha fracasado al intentar implicarse en la conducción de un Estado donde otros tenían y tienen el mando. ¿Puede hablarse de burguesía catalana todavía? Las elites de Barcelona son hoy un elenco variopinto en el que, junto a los propietari­os, gozan de un peso especial los líderes gerenciale­s. Por otro lado, pisan fuerte las nuevas generacion­es que impulsan empresas de vanguardia tecnológic­a, ajenas a las alianzas y vasallajes tradiciona­les. Este espacio está cambiando, lo nuevo tal vez renuncia a ciertas batallas, porque intuye que lo viejo irá disolviénd­ose en dinámicas que no dependen ya de los rituales de la tribu.

No existe analgésico que pueda calmar las agudas molestias que produce el miembro fantasma que echan en falta nuestras élites. Es un malestar que durará.c

Los patricios catalanes van en busca de un relato, pero persiguen una sombra

Newspapers in Spanish

Newspapers from Spain