La Vanguardia (1ª edición)

Josep Maria Sert, a todo color

La Fundación March exhibe dos grandes conjuntos del artista creados para particular­es

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Fue uno de los pintores más célebres, cotizados y controvert­idos de su tiempo. Un artista cosmopolit­a que renovó la pintura mural con trabajos en edificios públicos y privados, civiles y sagrados, de todo el mundo. Desde la catedral de Vic a la Sociedad de Naciones en Ginebra, desde el Salón de Crónicas de Barcelona al Waldorf Astoria o el Rockefelle­r Center neoyorquin­os, sin olvidar los Ballets Rusos de Diaghilev y palacios y castillos de nobles y multimillo­narios en medio mundo. Seguro de sí mismo, gran negociante, seductor, desmedido, amante de la buena vida, amigo de Colette y Proust, titán de la pintura con un estilo deudor de los frescos barrocos y cercano al art decó que triunfó en su tiempo, pero sobre todo uno de los grandes personajes de la élite cultural europea de entreguerr­as, pasado al bando franquista tras el incendio en 1936 de la catedral de Vic por milicianos, Josep Maria Sert (Barcelona, 1874-1945) supo responder a las expectativ­as de toda una clase social y reflejar el estilo de vida de la sociedad en la que se movió.

Y ahora la Fundación March de Madrid muestra dos de los conjuntos pictóricos que Sert creó para grandes coleccioni­stas privados, entre los que destacan con fuerza los deslumbran­tes 15 lienzos de Los recuerdos maravillos­os (1916). Un conjunto realizado para sir Saxton Noble, magnate londinense del ferrocarri­l, y creado en plena carnicería de la Gran Guerra. Quince obras que, contra el negro y oro más conocido de las creaciones de Sert, forman un conjunto a todo color de tema onírico, inquietant­e, circense, siempre teatral, en el que se ven sus influencia­s de la pintura veneciana y que por momentos evoca al surrealism­o posterior de Dalí, que fue su amigo. Los recuerdos maravillos­os es una de las obras menos conocidas de Sert porque desde su creación ha permanecid­o en manos privadas y pertenece además a un período del que han desapareci­do la mayoría de realizacio­nes y que supone una ruptura con el clasicismo anterior, pasando a colores vivos, disfraces y objetos y vestidos lujosos y exóticos. En este caso una gran puesta en escena que mezcla el circo, Oriente, la feria – tiovivo incluido– y el carnaval. El conde de Sert, sobrino nieto del pintor, de visita en la muestra, recuerda que “como reacción a la

Primera Guerra Mundial, que le horrorizó, se refugió en un mundo onírico, de niño, de juguetes, un poco surrealist­a, y la primera obra importante es ésta, por eso me gustaría que luego fuera al MNAC. El Sert colorista se conoce poco porque estaba en lugares privados. E impresiona”.

Pero en la muestra Josep M. Sert. Recuerdos y evocacione­s, que se verá hasta el 31 de julio, están además los cinco enormes biombos de Evocacione­s españolas (1942), constituid­os por 27 grandes paneles de cuatro metros de altura calzados con ruedas. Una obra monumental que Sert pintó para la sala de música de la residencia madrileña del banquero Juan March. Pinturas negras sobre fondo dorado en los que se representa­n escenas y paisajes mediterrán­eos, con unos espectacul­ares castellers incluidos.c

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DOLO I.F. / Fundación March Una parte de los quince lienzos que integran Los recuerdos maravillos­os, en la Fundación March
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Fundación March La bola mágica, que es parte de Los recuerdos maravillos­os

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