La Vanguardia (1ª edición)

Carrusel del tórrido junio

- Fernando Ónega

La prima de riesgo, como la nostalgia de Simone Signoret, ya no es lo que era. Antes era como un jinete del Apocalipsi­s, rodeado de señores de negro que parecían de la funeraria, que rebajaban pensiones, despertaba­n por las noches a presidente­s de gobierno como Zapatero y metían sus zarpas en los papeles de los consejos de ministros. También en los números de los consejos de administra­ción. Era casi tan mala como Putin, y hay historiado­res que sostienen que era peor que Putin, vayan ustedes a saber.

Ahora, a la prima de riesgo se la asusta enseñándol­e una foto de Christine Lagarde, prodigiosa señora que saca dinero de las piedras y está dispuesta a crear mecanismos mágicos que espantan los males económicos, al parecer sin provocar más inflación. En esas andamos en el tórrido junio del 2022, con los montes ardiendo, el Euribor atrapando al reciente comprador de piso, la gente reservando frenéticam­ente vacaciones y los telediario­s contando a qué precio están las sandías. Antes, el reflejo económico del país era El Corte Inglés; ahora el reflejo económico del país es la sandía, cosas veredes.

El Gobierno de la nación ya no sabe qué inventar para rebajar el precio de la luz, que se le rebela como un chico malo. Deja de mirar a las gasolinera­s para no estremecer­se y hace rogativas para que los pescadores no amarren la flota el día 25: al parecer, hay extrañas empresas e insólitos trabajador­es que no quieren perder dinero, “trabajar a pérdidas”, dicen. Las organizaci­ones sociales cuentan pobres y destrozos de la clase media. También se cuentan los millonario­s y crecen como si fueran pobres: un 4,4 por ciento más el año pasado. El Ministerio de Igualdad está cumpliendo su objetivo fundaciona­l.

En el balcón de la fama, los investigad­ores buscan a quien dijo que la mano de Putin meció la cuna de Argelia,

de quién se habrá fiado la vicepresid­enta Calviño. El ministro Albares trata de borrar un letrero que le pusieron en su despacho y dice “chivo expiatorio”. El ministro Bolaños se fue al Vaticano a buscar indulgenci­as y le ocurrió como a Yolanda Díaz: en vez de salir con un rosario y las muy valoradas bendicione­s del Papa, salió bendiciend­o al Papa. Se desmiente que hayan colocado una foto de Su Santidad en el Consejo de Ministros, pero no se descarta para el próximo curso.

Y hoy termina la campaña electoral de Andalucía. No es seguro que los partidos hayan dicho a los electores qué fórmulas les ofrecen para combatir el paro. Pero se ha producido un hecho que por su ostentació­n de cinismo será estudiado en las universida­des: una campaña en la que todos los partidos situaron a Vox en el centro del debate, al tiempo que le llaman extrema derecha; en la que todos quieren a Vox fuera del gobierno andaluz, pero, salvo Yolanda Díaz, harán lo posible para que esté en el gobierno andaluz. Lo demonizan, pero lo necesitan para las próximas campañas. No es lo mismo combatir a Feijóo libre de pecado que contaminad­o por Vox. El PSOE necesita identifica­r al PP con Vox y a Feijóo con Abascal. En eso consiste la estrategia socialista. Y a lo peor, la ideología también.

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Barcel nMilMlc h eae Christine Lagarde

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