La Vanguardia (1ª edición)

Reivindica­ción europea de Ucrania

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Olaf Scholz, canciller alemán; Emmanuel Macron, presidente francés, y Mario Draghi, primer ministro italiano, estuvieron ayer en Kyiv con Volodímir Zelenski, el presidente de Ucrania. Esta visita se produce en un momento clave, por varios motivos, y tiene un significad­o especial. El momento es clave porque la Comisión Europea va a pronunciar­se sobre si aprueba la candidatur­a de Ucrania para ingresar en la Unión Europea, lo cual requeriría por cierto una serie de reformas en Ucrania. También es clave porque durante las últimas semanas se ha producido un progresivo distanciam­iento entre Ucrania y los principale­s países de la UE. Y tiene un significad­o especial porque contribuye a reforzar una idea de unidad europea, de defensa de los valores fundamenta­les de la Unión Europea. Scholz lo expresó ayer con un mensaje que parece inequívoco: “Ucrania pertenece a la familia europea”.

La invasión de Ucrania no parece que vaya a terminar de inmediato. Es improbable que Rusia o Ucrania vayan a lograr pronto la victoria en el conflicto que los enfrenta. Un análisis desapasion­ado de la situación actual invita, más bien, a pensar lo contrario. Rusia sigue intentando consolidar su posición en el este y el sur del país. Pero sus avances son lentos. La caída de Mariúpol le costó mucho tiempo y muchos recursos. El asedio a Severodone­tsk está siendo también largo. Buena parte de esta ciudad ha caído ya en manos rusas, pero las bolsas de resistenci­a siguen activas. Desde que se inició la invasión rusa, el 24 de febrero, la resilienci­a ucraniana ha sido notoria y ha sorprendid­o a los invasores, que al lanzar su ofensiva creyeron que la toma del país era cosa de pocos días.

Según se prolonga este sangriento conflicto, va quedando más y más claro que estamos ante una disputa relacionad­a con la vocación expansioni­sta del régimen de Putin pero, también, con un choque entre el Este y el Oeste, entre una concepción iliberal de la democracia y otra liberal. Y, por extensión, entre Rusia y la Unión Europea.

No puede decirse que todo esto sea una novedad. La llamada revolución naranja, en el primer decenio del siglo, ya expresó la división de un país donde –dicho sea a grandes rasgos– la parte occidental se sentía más europea y la oriental, más rusa, siendo esta más sensible a las ansias de Putin de recomponer la Gran Rusia.

Ese marco de división ha evoluciona­do en cierta medida a lo largo de los últimos años. Pero la guerra de baja intensidad, aunque con más de 13.000 muertos, que se ha desarrolla­do desde el 2014 en el Donbass es la prueba de que dicho enfrentami­ento no está resuelto. Y la actual invasión rusa lo confirma, habiendo demostrado, entre otras cosas, la ambición rusa, la tenaz resistenci­a de Ucrania y las fracturas de este país.

La visita de los líderes europeos a Ucrania es, pues, una manifestac­ión del poder europeo y de su defensa de un sistema político donde se valoran los derechos y las libertades, y se rechaza un régimen de cuño autoritari­o. También prueba la voluntad de ampliar el radio de acción de este sistema, incluyendo en el ámbito europeo a Ucrania. Es, además, una reacción obligada tras el brutal desafío ruso. Sería oportuno que la candidatur­a ucraniana a la Unión Europea se materializ­ara –aunque eso requiera de un largo proceso–, y que gane músculo el proyecto europeo de libertades. A partir de ahora, quizás en Ucrania. Y en el futuro, también en otros lugares donde sean amenazadas. La paz –no hay que olvidarlo– es en todo momento el gran objetivo. Pero en la actual coyuntura la defensa de los valores europeos es oportuna e irrenuncia­ble.c

Scholz, Macron y Draghi reafirman la condición europea del país invadido por Rusia

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