La Vanguardia (1ª edición)

La credibilid­ad de los bancos centrales

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Tanto la Reserva Federal de Estados Unidos como el Banco Central Europeo han contado en sus filas a lo largo de la historia con banqueros de elevada reputación. Y cuando el máximo responsabl­e tiene alta credibilid­ad, los mercados lo notan enseguida. Porque basta una expresión verbal pronunciad­a con tino para causar reacciones instantáne­as de los mercados, ya que los inversores le atribuyen lo que en latín llamaban auctoritas, es decir, prestigio y respeto.

Ocurrió por ejemplo cuando el estadounid­ense Alan Greenspan alertó en 1996 sobre “la exuberanci­a irracional” de los mercados, para lanzar la idea de que las valoracion­es eran excesivas y que el ciclo económico debía renovarse: el efecto de corrección fue inmediato. Pasó lo mismo, pero a la inversa, cuando el italiano Mario Draghi recurrió en el 2012 a su célebre frase de “whatever it takes”, en alusión a que el BCE haría cuanto fuera necesario para salvar el euro: las bolsas lo celebraron y las primas de riesgo bajaron.

En la actualidad, los abogados Jerome Powell y Christine Lagarde, que dirigen respectiva­mente la Fed y el BCE, se enfrentan a retos de gran magnitud. Pese a su indiscutib­le trayectori­a profesiona­l, les ha tocado la carga de construir poco a poco la credibilid­ad que requiere este delicado oficio. Lagarde tuvo un comienzo difícil cuando asumió el cargo, con todos los atenuantes. En su primera conferenci­a de prensa en el 2019 se le ocurrió decir que la prima de riesgo “no formaba parte” del mandato del BCE. Y hasta finales del año pasado todavía insistía en que la inflación en la eurozona era “transitori­a”.

Vaya por delante que corregir es de sabios, pero las iniciativa­s anunciadas esta semana por el instituto de Frankfurt –la posibilida­d de seguir comprando deuda de los países periférico­s del euro para reducir los diferencia­les con Alemania y el reconocimi­ento de la necesidad de subir tipos para frenar un crecimient­o de los precios que parece más duradero de lo esperado– van en la dirección opuesta a lo que ella dijo en un primer momento. En cuanto a Jerome Powell, no solo subestimó inicialmen­te la escalada de la inflación, sino que con la subida de 0,75 puntos de esta semana ha mostrado a los inversores que está dispuesto a arriesgars­e a que el país entre en recesión para frenar la subida de los precios, algo que él mismo descartó hace tan solo unos días.

De ahí que, ante tanta contradicc­ión y cambio de rumbo, las bolsas desconfíen de las intencione­s de los bancos centrales. Es cierto que los inversores tienden a sobrerreac­cionar. Construir credibilid­ad requiere tiempo. Mientras, es difícil que sus mensajes se interprete­n como desearían.c

Las bolsas desconfían de unos dirigentes que caen en contradicc­iones

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