Una ‘manada’ en las redes sociales
El programa radiofónico Nadie sabe nada, presentado por Andreu Buenafuente y Berto Romero desde el 2013, da mañana sábado el salto a la televisión a través de la plataforma HBO Max y con producción de El Terrat (The Mediapro Studio). Se traslada todo el universo y el imaginario del programa a un show televisivo semanal gracias a un proyecto que surge “de la constatación que el programa está muy vivo cuando está a punto de llegar a los diez años y que esta vitalidad nos estaba pidiendo la posibilidad de poder crecer”, sostiene Buenafuente.
La improvisación y la espontaneidad serán también la base del nuevo programa televisivo, que coexistirá con el de radio en la SER, un podcast (el más escuchado en España en el 2021 y en el 2020 según Spotify) y una versión para YouTube. El gran reto de este salto a la pequeña pantalla es crecer “sin traicionar el formato”, apunta Berto. “Queremos este programa como si fuera un niño pequeño, queremos lo mejor para él y ahora dispondremos de más medios para hacerlo crecer”, añade Buenafuente, quien insiste en que esta versión no traicionará la base del formato “que es una conversación improvisada entre dos amigos”.
Para conseguirlo, afirma Berto, “hemos construido todo un equipo que siempre va detrás de nosotros, recogiendo lo que vamos generando, favoreciendo el efecto sorpresa y que de alguna manera todo lo que se genere no esté estandarizado ni demasiado preparado previamente”. El programa se basa “en la comedia que nace de la naturalidad y la complicidad y hay un gran esfuerzo para blindarlo y que no se rompa el juguete”, apunta Buenafuente.
En los programas tradicionales la excepción es aquel momento espontáneo que no estaba preparado. “En Nadie sabe nada trabajamos en convertir esta excepción en la norma y nuestra lucha es siempre evitar que alguna cosa se vea preparada”, sigue Berto.
Tanto él como Buenafuente coinciden en que este programa no lo podrían hacer con ninguna otra pareja. “Se tienen que dar algunas características como una convivencia de muchos años, un universo compartido, que haya generosidad entre los dos, ningún problema de egos... Todo eso es complicado de tener y no pasa a menudo”, dice mientras Buenafuente asiente.
Berto define el espacio como un “chiquiparque para dos señores mayores” porque “es poner a disposición de dos cómicos todos los juguetes al alcance, no solo los físicos, que también se ven en la mesa del programa, sino también los audiovisuales, y por eso contamos con un equipo que trabaja para que nos lo podamos pasar bien y se recojan todas las ideas que tenemos”.
Para Buenafuente, es importante ir al programa descansado, relajado y sin ningún pánico. “Nosotros venimos de unas carreras donde hay guiones y te preguntas si estarás a la altura, pero aquí, en cambio, cuanto más relajado entras, mejor sale. Eso me tiene maravillado”.c
Después de ver alguno de los episodios de la serie Intimidad estrenada recientemente en la plataforma Netflix, siento mucha inquietud. La trama es sencilla y se teje a partir de dos historias, aparentemente sin conexión, la de una teniente de alcalde de Bilbao con aspiraciones de tomar la vara de mando de la alcaldía y la de una trabajadora de una fábrica. La primera ve cómo de repente peligra su carrera política y la segunda decide suicidarse tras la difusión de sendos vídeos sexuales de los que son protagonistas en las redes sociales.
Las creadoras de la serie, Verónica Fernández y Laura Sarmiento, parten de un planteamiento buenista –el personaje principal, interpretado por una sobria y creíble Itziar Ituño (la policía tránsfuga de La casa de papel) es una política bienintencionada, con principios y que lucha contra la corrupción– para pergeñar una radiografía poliédrica e inmisericorde de la sociedad que estamos apuntalando con la cantidad de contenidos, información y entretenimiento que tenemos al alcance cada día, a veces sin muchas posibilidades de ordenarlo o asimilarlo razonablemente.
La segunda historia, la de Ane –gran inmersión en el papel de Verónica Echegui–, parece inspirada en el caso de un empleada de la empresa Iveco en Madrid que se quitó la vida en mayo del 2019 después de que se volviera viral un vídeo sexual. El caso de la mujer de la noticia real, de 32 años y de nombre Verónica, fue archivado por falta de autor conocido de la difusión del vídeo, que pudo ser visto y comentado por los más de 2.000 empleados de la empresa. En la ficción, la inspectora Alicia –impecable Ana Wagener– intenta descubrir el origen de los dos vídeos sexuales, pero lo más impactante de la serie es cómo recrea el ambiente de indefensión y claustrofobia que les va socavando la moral. Las dos víctimas son mostradas como culpables, sentenciadas en el juicio paralelo de las redes sociales, los memes y las chanzas de los colegas de trabajo. Poco a poco las dos protagonistas van percibiendo que el vídeo sexual –producto de un acto voluntario pero grabado sin consentimiento– es la excusa para justificar una violencia de género amparada en el colectivo. Detrás de compartir imágenes no autorizadas emergen muchas manadas en las redes sociales, dispuestas a violar varios derechos, no solo el de intimidad.c
Los dos presentadores coinciden en que esta “conversación entre amigos” no podría ser con otra pareja