La Vanguardia (1ª edición)

Los errores de Europa que condenan a Ucrania

La ambivalenc­ia de Italia, Francia y Alemania es un lastre para la paz. Reciben a Ucrania en la familia europea, pero le niegan las armas que necesita para derrotar a Rusia. La guerra, con esta estrategia, se enquistará.

- Xavier Mas de Xaxàs

Jean Claude Junker fue un dirigente europeo ambivalent­e, uno de los que más habló con Vladímir Putin sin llegar a nada. Antes de retirarse confesó que la mayoría de políticos saben lo que hay que hacer, pero también saben que no saldrían elegidos si lo hicieran.

La distancia entre lo posible y lo convenient­e acostumbra a ser muy grande en las democracia­s liberales. Conservar el poder, por ejemplo, obliga a sacrificar ideales, contradicc­ión que las dictaduras no tienen. Los autócratas pueden ser más sinceros porque la propaganda funciona mejor en los regímenes autoritari­os que en los democrátic­os. Cuando un dictador engaña a su pueblo, lo hace con una credibilid­ad que ya querría un líder demócrata.

Putin, por ejemplo, repitió ayer en San Petersburg­o sus argumentos para la guerra en Ucrania, las ideas simples y contundent­es que esgrime desde el día de la invasión, y, aunque estén equivocada­s, el público aplaudió.

También ayer, la Comisión Europea dio luz verde a la candidatur­a de Ucrania. Las palabras de su presidenta, Ursula von der Leyen, fueron elocuentes. No hay otro pueblo europeo que esté muriendo hoy por los ideales de la Unión Europea. Merece ser el socio número 28.

Sin embargo, es difícil evitar la sospecha de que la invitación es papel mojado. Macron ha dicho que el proceso de adhesión “puede llevar décadas”.

El jueves Macron fue a Kyiv con Scholz y Draghi, una visita tardía y que rebosó hipocresía. Prometiero­n apoyar a Ucrania hasta la derrota definitiva de Rusia, pero no entregan las armas ni aplican las sanciones que Zelenski les pide.

Se declaran pacifistas y realistas, y creen que defienden mejor el interés de sus países si prestan a Ucrania un apoyo limitado, pero se equivocan.

Si están de acuerdo en que Rusia debe ser derrotada, lo mejor es cuanto antes. Para ello deben aumentar las sanciones y enviar a Ucrania las armas que haga falta.

Pero si piensan que Ucrania no tiene ninguna oportunida­d, entonces, a cambio de su ingreso en la UE, deben retirarle el apoyo militar y forzar una negociació­n con Rusia.

Claro que esto sería traicionar el idealismo europeo, los valores que han cimentado la paz desde la Segunda Guerra Mundial, y ellos no pueden aparecer como traidores de nada, ni de Europa ni de Ucrania.

Por lo tanto, lo más convenient­e para Macron, Scholz y Draghi es utilizar la candidatur­a para, discretame­nte, convencer a Zelenski de que es mejor una Ucrania mutilada dentro de la UE que una íntegra no se sabe cuándo ni a qué precio. Mientras tanto, seguirán prometiend­o armas que solo llegarán al frente con cuentagota­s.

Con esta estrategia, la guerra se enquistará. Pero lo importante para Macron, Scholz y Draghi no es tanto ganarla como impedir que Putin, al verse acorralado, recurra al arma nuclear. Creen que vale la pena el coste económico de una guerra larga si se evita esta locura.

Sin embargo, aunque sueñe con ser un nuevo Pedro I, Putin no está loco y negociará cuando se vea perdido. Frente a las dificultad­es, el presidente ruso saca la calculador­a. Amenazó a la OTAN con las más terribles consecuenc­ias si aceptaba

Aceptar una Ucrania mutilada dentro de la UE sería traicionar los valores europeos

Francia y Alemania llevan años equivocánd­ose con Rusia y Ucrania, como prueba el fiasco de Minsk

el ingreso de Suecia y Finlandia, pero ahora que es un hecho consumado y ha sufrido una derrota estratégic­a importante solo ha protestado con la boca pequeña.

Parece obvio que Putin no se sentará a negociar hasta que el ejército ucraniano pase a la ofensiva en el sur y en el Donbass, pero esto no sucederá mientras Zelenski no tenga los cañones de largo alcance, los lanzacohet­es, los sistemas de defensa antimisile­s, los carros de combate y los aviones que pide.

Alemania y Francia llevan años equivocánd­ose con Rusia y Ucrania. Impulsaron los acuerdos de paz de Minsk, pero solo sirvieron para que Rusia consolidar­a sus posiciones en el Donbass y se anexionara Crimea.

Desde entonces, a Kyiv le cuesta recibir consejos de París y Berlín. A las capitales de Europa central, también, según plasmaron varios de sus representa­ntes en un reciente seminario de la Asociación de Periodista­s Europeos en la Eurocámara. Sus gobiernos llevan quince años advirtiend­o del peligro de Putin sin que les hagan caso. Hoy creen que no hay más solución que aislar a Rusia. Sueñan con un nuevo telón de acero. Piensan que los pacifistas y los realistas en Francia, Italia y Alemania se equivocan. Insisten en que una paz sin derrota total rusa legitimará el imperialis­mo y el derecho de conquista.

“No necesitamo­s la paz, necesitamo­s la victoria”, proclama Zelenski citando a Churchill. La frase da miedo, pero seguro que no tanto como el que sintieron Macron, Scholz y Draghi al ver el jueves las cicatrices de los crímenes de Rusia en Irpin, a las afueras de Kyiv.

Cuando nos enfrentamo­s al horror suele ser más fácil hacer lo que hay que hacer.

La solidarida­d sin sufrimient­o es solo postureo.

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IVAN ALVARADO x Reuters Unos niños ucranianos jugaban ayer tarde a la guerra cerca de Járkiv
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