La Vanguardia (1ª edición)

La inusual dinastía de Stephen Curry

Los Warriors se llevaron el título en Boston, en el sexto partido, en otra demostraci­ón de su dorsal 30, el MVP de la final

- Francesc Peirón

Hay momentos que marcan. Una de las imágenes más cautivador­as del sexto partido de la final de la NBA es esa en la que Stephen Curry acierta con un tiro superlativ­o de tres y se besa el dedo en el que iba a poner su próximo anillo.

Esa canasta significó abrir un abismo de 22 puntos (50-72) cuando faltaban seis minutos para concluir el tercer periodo. Doce minutos después de tiempo de juego, los Celtics habían cerrado el abismo a ocho puntos (78-86). Solo una brecha. El público de Boston pensó en una cosa, sin saber de la película de Luis García Berlanga: Los jueves, milagro. Hubo comentaris­tas que apuntaron lo mal parado que saldría Curry si debía comerse el gesto del anillo.

Pero si algo tiene el 30 de los Golden State es una confianza infinita en su trabajo –genialidad– y en el equipo –imperfecto, pero brillante– que le rodea. A la que se vieron en apuros, volvió la magia.

Su trío de amigos –su hermano splash Klay Thompson, Draymond Green y Andre Iguodala– habían compartido con él los tres títulos ganados en las últimas ocho temporadas.

Esta era su sexta final y, en el gran e inesperado regreso de la dinastía, los Warriors de Curry alcanzaron su cuarto campeonato en uno de los campos más hostiles, el TD Garden de Boston. Sólo les superan los Bulls de Jordan, seis éxitos en ocho finales. De esta manera, la franquicia ahora domiciliad­a en San Francisco se hacía con el séptimo galardón global, el tercer equipo más laureado, por detrás de los bostoniano­s y los Lakers de Los ángeles, empatados a 17 ligas.

Al igual que existieron los Celtics de Bill Russell o Larry Bird, los Lakers de Magic Johnson, los Bulls de Michael Jordan, los Spurs de Tim Duncan o los Heat o Cavaliers de LeBron James, estos son sin duda los Warriors de Stephen Curry.

En los otros tres títulos se le hurtó el protagonis­mo, a pesar de ser la línea maestra que ha cambiado la “geometría” del baloncesto, como en su día lo hizo Wilt Chamberlai­n, sostienen los analistas. Esta vez no. Este equipo está forjado a imagen y semejanza de Curry, que a sus 34 años puso el diamante que le faltaba a su palmares: MVP de la final.

Es el jugador de más edad en alcanzar este reconocimi­ento personal. El mérito resulta todavía mayor si se piensa que, con su 1,90 metros de estatura, figura entre los tres más bajos.

Tal vez sea la dinastía más inusual.

Hace tres años, tras ganar su triplete, se convirtió en uno de los peores equipos. Ni siquiera entró en la burbuja del Disney de Orlando en la temporada de la covid. Kevin Durant se marchó, Curry sufrió lesiones y Thompson pasó un calvario que le dejó fuera de combate 941 días, hasta el pasado enero.

La cuestión este viernes, a las pocas horas de su éxito, versaba sobre si esta dinastía de los Warriors será capaz de repetir el próximo año. La mayoría de expertos contestó que sí. Curry marca las diferencia­s, un jugador increíble de ver, un tipo ligero que impacta constantem­ente en el partido.c

En las otras tres victorias le hurtaron ser el referente, pero esta es la de Curry

los últimos campeones

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Steven Senne / AP Stephen Curry, el líder de unos Golden State Warriors para la eternidad

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