La Vanguardia (1ª edición)

Barça: sin la presión del favorito

- Toni López Jordà

La llaman Terminator.

Aferrándos­e a ese final, Titmus había cuestionad­o la hegemonía de Ledecky: la había sorprendid­o en los Mundiales de Gwangju 2019, en los 400 m, e iba a hacerlo de nuevo en Tokio 2020, en la misma distancia, siempre llegando desde atrás.

Terminator había hallado el antídoto al vértigo de Ledecky.

¿Estábamos asistiendo al final de la leyenda estadounid­ense?

No tan rápido: si así fuera, Ledecky no sería una leyenda. ¿Y qué hacen las leyendas? Imaginan soluciones.

Y las ejecutan.

Meses después del traspié en Tokio, la inconformi­sta Katie Ledecky abandonaba la zona de confort (si es que la tenía): con el título de psicología bajo el brazo, salía de Stanford para mudarse a la Universida­d de Florida, donde la esperaba su nuevo entrenador, Anthony Nesty, y sus nuevos compañeros de entrenamie­nto: Bobby Finke, Kieran Smith y, en ocasiones, el gran Caeleb Dressel, el nuevo Phelps.

(es decir: un doble oro olímpico en Tokio 2020 (Finke), un bronce (Smith) y el mejor nadador del presente, el pentacampe­ón en Tokio: Dressel)

Ahora, Ledecky comparte el carril con muchos de ellos, en particular con los dos primeros (al fin y al cabo, Dressel come aparte: es velocista).

–Y no es un experiment­o, es mi vida ahora –dice Ledecky–. Y está siendo fantástico. Nos motivamos unos a otros, nos empujamos hacia adelante.

–¿Y por qué ese paso adelante? –le preguntaba­n meses atrás, durante una recepción con Joe Biden

en la Casa Blanca.

–Siempre he estado sana. No he tenido lesiones y no sé por qué debería detenerme. Sigo sintiendo que tengo muchísimo potencial y quiero darle todo al deporte y a la natación desde la situación en la que me encuentro.

Enfrascada en ese proceso, empeñada en derrotar a sus compañeros de entrenamie­nto, igual que a sus rivales, Ledecky se ganó cuatro plazas en los trials de primavera: en los Mundiales de Budapest que arrancan hoy, disputará los 200, 400, 800 y 1.500 libre (es posible que también nade en el relevo 4x200).

Y encima ha recibido buenas noticias.

Titmus, Terminator, ha renunciado a los Mundiales.

Dice que se centrará en los Juegos de la Commonweal­th, a finales de julio, en Birmingham.c

“Esta es la final four más dura que he visto en años; no hay ni un equipo más débil”, asegura Dika Mem, gran esperanza blaugrana, viendo el cartel estelar que este fin de semana luce en el majestuoso Lanxess Arena de Colonia: Barça-Kiel (18.00 h), el gran clásico del balonmano europeo, 28 duelos en Champions, y un picante Veszprém-Kielce (15.15 h), reedición de la final del 2016.

Es la primera vez en los 13 capítulos con formato a cuatro que repite el cuarteto; la anterior, en el 2015, fue para el Barça, que precisamen­te, ganó al Veszprém que dirigía Carlos Ortega. Tras un 2021 perfecto, obra magna de Xavi Pascual, para los blaugrana este 2022 es un reto colosal, el más difícil todavía: reeditar la corona europea, lo que nadie ha podido hacer dos años seguidos en Colonia. “Tenemos una oportunida­d de hacer historia, ganar dos Champions seguidas”, se anima Mem.

Así llegan los cuatro equipos.

“Este año no se nota que es una obligación ganar la Champions, vamos con menos presión”, admite Aitor Ariño, el blaugrana con más presencias en Colonia. La razón es sencilla: “Otros años hicimos una fase de grupos espectacul­ar y las expectativ­as eran más altas”; es decir, el Barça era el coco que asustaba. Este año, no tanto. El nuevo equipo de Ortega, con un perfil más defensivo, no desembarca en el Lanxess con la fortaleza intimidato­ria del año pasado (invicto, 18 de 18 antes de la final four y un ataque pavoroso). Está claro: no es el mismo equipo (menos plantilla) ni tiene la misma filosofía. Dotado de más consistenc­ia defensiva –“ahora hacemos más faltas, somos más duros”, admite Ludo Fàbregas–, este Barça encaja mucho menos: 369 goles,

El curioso distinguir­á a Ledecky: su cadencia es frenética, nada que ver con el compás de las rivales

Ahora, en sus sesiones, la de Washington trata de superar a Bobby Finke, Kieran Smith y el gran Caeleb Dressel

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