La Vanguardia (1ª edición)

¿Dónde vamos a delinquir?

- Xavi Ayén

Conozco a un matrimonio barcelonés de toda la vida que, antes de realizar la millonaria venta de su empresa, se empadronó en Madrid para pagar menos impuestos en el momento de recibir los dineros del comprador. A pesar de que son buena gente (la semana pasada me invitaron a merendar en La Latina), de que quién soy yo para juzgarles y de que me corroe la envidia cada vez que veo que alguien de mi edad se convierte en rentista (por suerte, no es muy frecuente), la verdad es que las mudanzas por motivos fiscales me siguen pareciendo de dudosa defensa moral, aunque la culpa no sea de mis amigos, sino del legislador, que permite este cachondeo, hombre, ya está bien.

Andaba yo sumido en estas cavilacion­es cuando me entero de que en Estados Unidos se da un fenómeno aún más llamativo, el de la emigración ideológica: cada vez más gente se muda a otro estado donde manden los suyos. No solo por impuestos: algunos estados aprueban leyes para arrebatar la custodia de los hijos a los padres que los pongan en tratamient­o de cambio de sexo; otros son más laxos en la venta de armas; algunos rechazan determinad­os libros de texto (mira, como Ayuso); en unos se puede abortar y en otros no; se persigue de distinto modo el acoso sexual...

En EE.UU. baja cada año el porcentaje de ciudadanos moderados. Un curioso ejemplo: ¿han pensado alguna vez en la ideología política de la persona que se empareje con su hija o hijo como algo importante? En 1958 –datos del American National Election Studies– este tema era fundamenta­l para menos del 30% de los estadounid­enses, pero hoy resulta básico para más del 60%, tanto de los republican­os como de los demócratas. Es la misma lógica de las familias de estricta ortodoxia religiosa, donde es un disgusto muy serio que los niños se emparejen con alguien de otra confesión.

En los años ochenta, la palabra solidarida­d – no solo en Polonia– daba votos, y muchos. Ahora avanzamos hacia un mundo de parcelas políticas con leyes a la carta, como un Netflix o Amazon en que el algoritmo me dirá dónde me conviene más vivir según mis costumbres. A lo mejor me sale más a cuenta delinquir en Murcia...c

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