Solo dos autopistas de peaje en todo el país
Los británicos tienen la mentalidad de que las carreteras han de ser gratis, lo mismo que la medicina pública, y en toda la red viaria del país tan solo hay dos autopistas de peaje. Una es la circunvalación de Londres (M-25) cuando cruza el río Támesis, y la otra es un tramo de la M-6 entre Birmingham y Manchester, como alternativa a la M-1, con frecuencia colapsada de tráfico. Además, cerca de una veintena de puentes cobran por su uso, tanto en rutas principales como secundarias (excepto en Escocia, donde son gratis desde que está en el Gobierno el nacionalista SNP).
Igual que hacen cola estoicamente bajo la lluvia en las paradas de autobús, los británicos aguantan sin inmutarse los monumentales atascos que se montan con regularidad en las autopistas, con frecuencia sin necesidad tan siquiera de que haya habido accidentes. Basta con las constantes reparaciones y obras de mejora en un sistema de carreteras que ha quedado anticuado, incapaz de absorber todo el tráfico que tiene.
No hay ningún debate público sobre la imposición de peajes adicionales que al Gobierno le resultaría muy difícil de justificar y contribuirían a agravar las retenciones. Pero en cambio sí son muy polémicos los que desde hace años aplica el Ayuntamiento de Londres. Primero fueron para entrar con vehículos privados en el centro de la ciudad (congestion charge), y desde octubre pasado se ampliaron a la circulación con coches o camiones de vieja generación (considerados más contaminantes) dentro de una zona muy amplia que abarca barrios de los suburbios donde viven millones de personas (ULEZ, o ultra low emissions zone). La penalización es de unos 14 euros al día, que, sumada a los impuestos y las revisiones periódicas (y ahora al coste del diésel y la gasolina), hace que tener un automóvil se haya vuelto muy oneroso.
El alcalde de Londres, Sadiq Khan, quiere imponer todavía más peajes para reducir el tráfico en la capital inglesa, que ha vuelto casi a los niveles prepandemia, pero la inflación y la crisis del coste de la vida están dando alas a que un sector importante del Partido Conservador se oponga a políticas medioambientales que hasta ahora se beneficiaban del consenso, como la total eliminación de las emisiones de gases invernadero para el año 2050. Hasta ahora, el primer ministro, Boris Johnson, se ha mantenido firme en defensa de ese objetivo, pero su debilidad política tras la moción de censura puede obligarle a hacer concesiones en el tema.c