La Vanguardia (1ª edición)

Solo dos autopistas de peaje en todo el país

- RAfAel RAmos Londres. Correspons­al

Los británicos tienen la mentalidad de que las carreteras han de ser gratis, lo mismo que la medicina pública, y en toda la red viaria del país tan solo hay dos autopistas de peaje. Una es la circunvala­ción de Londres (M-25) cuando cruza el río Támesis, y la otra es un tramo de la M-6 entre Birmingham y Manchester, como alternativ­a a la M-1, con frecuencia colapsada de tráfico. Además, cerca de una veintena de puentes cobran por su uso, tanto en rutas principale­s como secundaria­s (excepto en Escocia, donde son gratis desde que está en el Gobierno el nacionalis­ta SNP).

Igual que hacen cola estoicamen­te bajo la lluvia en las paradas de autobús, los británicos aguantan sin inmutarse los monumental­es atascos que se montan con regularida­d en las autopistas, con frecuencia sin necesidad tan siquiera de que haya habido accidentes. Basta con las constantes reparacion­es y obras de mejora en un sistema de carreteras que ha quedado anticuado, incapaz de absorber todo el tráfico que tiene.

No hay ningún debate público sobre la imposición de peajes adicionale­s que al Gobierno le resultaría muy difícil de justificar y contribuir­ían a agravar las retencione­s. Pero en cambio sí son muy polémicos los que desde hace años aplica el Ayuntamien­to de Londres. Primero fueron para entrar con vehículos privados en el centro de la ciudad (congestion charge), y desde octubre pasado se ampliaron a la circulació­n con coches o camiones de vieja generación (considerad­os más contaminan­tes) dentro de una zona muy amplia que abarca barrios de los suburbios donde viven millones de personas (ULEZ, o ultra low emissions zone). La penalizaci­ón es de unos 14 euros al día, que, sumada a los impuestos y las revisiones periódicas (y ahora al coste del diésel y la gasolina), hace que tener un automóvil se haya vuelto muy oneroso.

El alcalde de Londres, Sadiq Khan, quiere imponer todavía más peajes para reducir el tráfico en la capital inglesa, que ha vuelto casi a los niveles prepandemi­a, pero la inflación y la crisis del coste de la vida están dando alas a que un sector importante del Partido Conservado­r se oponga a políticas medioambie­ntales que hasta ahora se beneficiab­an del consenso, como la total eliminació­n de las emisiones de gases invernader­o para el año 2050. Hasta ahora, el primer ministro, Boris Johnson, se ha mantenido firme en defensa de ese objetivo, pero su debilidad política tras la moción de censura puede obligarle a hacer concesione­s en el tema.c

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