La Vanguardia (1ª edición)

La belleza de la caridad

- Joan Josep Omella

Hoy celebramos la solemnidad del Corpus Christi. Este domingo muchas calles de pueblos y ciudades se engalanan con preciosos ornamentos florales para celebrar las procesione­s de Corpus, en las que adoramos públicamen­te el sacramento de la Eucaristía. El Señor sale a la calle y es recibido por los vecinos con alegría. Nadie es indiferent­e a su paso, todos quieren verle y reconforta­rse con su mirada.

La Iglesia ha querido que esta festividad coincida con el Día de la Caridad. Y es que la Eucaristía y el amor a los hermanos, particular­mente a los más necesitado­s, están estrechame­nte unidos; son como dos caras de la misma moneda.

San Lucas, en el Evangelio, nos recuerda que un día Jesús, después de hablar a una multitud, en un lugar donde no había nada qué comer, tomó cinco panes y dos peces y mirando al cielo los bendijo, los partió y los dio a sus discípulos para que los repartiera­n entre la gente. Todos comieron y se saciaron (cf. Lc 9,16-17).

En este pasaje Jesús cuenta con sus discípulos

Cardenal arzobispo de Barcelona para saciar a los hambriento­s, cuenta con nosotros para llevar a cabo esta misión. Como dice el papa Francisco, estamos llamados a tender la mano a todos, especialme­nte a los pobres, a encontrarl­os, a mirarlos a los ojos, a abrazarlos, para hacerles sentir que no están solos (Mensaje del papa Francisco para la I Jornada Mundial de los Pobres, 3 (19-11-2017).

No importa si, a veces, cuando ayudamos a los pobres, tenemos dificultad­es o sufrimos la incomprens­ión de las personas que nos rodean. Cuando practicamo­s la caridad con nuestros semejantes nos acercamos a Cristo. Cada vez que ayudamos a un hermano necesitado lo hacemos al mismo Cristo (cf. Mt 25,40). La caridad es un acto de amor al prójimo, especialme­nte a los más necesitado­s, ofreciéndo­les ayuda y sustento, pero también implica trabajar por la justicia social y criticar las estructura­s que provocan la pobreza.

Igual que en el pasaje de la multiplica­ción de los panes, en la Eucaristía, Jesús también quiere compartir con nosotros su cuerpo y su sangre. El gesto de partir y compartir el pan es el signo de identidad de los cristianos. En la Eucaristía encontramo­s la fuerza de Jesús resucitado. El altar en torno al cual se reúne la comunidad es como el torno de un alfarero. En él, Dios nos modela para convertirn­os en buenos samaritano­s, dispuestos a acoger a todo

Cuando practicamo­s la caridad con nuestros semejantes nos acercamos a Cristo

aquel que la vida ha dejado abandonado al borde del camino.

La Caridad y la Eucaristía van unidas, como expresa san Pablo en la primera carta a los Corintios, cuando muestra su enojo ante la incoherenc­ia de los que celebraban la Eucaristía, pero no se inmutaban ante la necesidad de los pobres (cf. 1 Cor 11,17-22).

Pidamos al Señor que nos enseñe a ofrecer consuelo y esperanza a todos, especialme­nte a los más necesitado­s; él nos dice que en el servicio a los más vulnerable­s hallaremos la paz y la felicidad (cf. Jn 13,17). Pidámosle a Dios que nos enseñe a vivir la belleza de la caridad. Porque el amor es lo que transforma al mundo, lo hace más humano y más habitable.

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