La Vanguardia (1ª edición)

Hay niño de Linares para rato

A medianoche, Raphael seguía allí, pletórico y dominador, en el escenario del festival Jardins de Pedralbes

- MIRADOR Joaquín Luna

Raphael dio anoche en el Jardins de Pedralbes una exhibición de fuerza de las suyas ante un público que lo recibió puesto en pie, le gritó “guapo” y tras proclamarl­e “¡el más grande!” disfrutó de lo lindo con el repertorio del niño de Linares, cuya fuerza vocal no deja de sorprender, con mas de 20 canciones infalibles.

Con la sintonía de Yo soy aquel, Raphael se plantó en el escenario, señorón y dominador, al gusto de los suyos, que son de todo tipo y pelaje, hermanados por la adoración al artista. Y hubo candela para

Delirio y apoteosis de Raphael, ante los suyos, que vinieron y salieron cantados en una noche optimista

todos porque con el Vivir asi es morir de amor, del añorado Camilo Sesto, ya desató las entonacion­es del respetable, al que con Digan lo que digan y Mi gran noche levantó de los asientos. Con buena voz, sesenta años de carrera y semejante repertorio, Raphael hace lo que le da la gana y sigue, sigue y sigue.

Raphael igual exalta que cada uno diga y haga lo que le de la gana como vuelve a sus orígenes de coro de parroquia de barrio, léase el Ave María yel Aleluya, que convirtió el Jardins de Pedralbes en una sucursal de iglesia de Harlem.

A los recitales de Raphael el público viene cantado y se va cantado y satisfecho. Son tantos los registros en una sola función. Nunca falta un tramo romántico, de divorciado­s, chicas casaderas y esa abuela o suegra que nunca falta entre el público porque quienes tanto la quieran le han regalado un par de entradas y allí está, feliz y salida de la peluquería.

Tampoco faltó el arrebato, las canciones desmelenad­as y las apoteósica­s, tal que las finales En carne viva, Escándalo y Como yo te amo. Ya lo dice el tópico: el teatro se vino abajo.

Como todo artista hijo de vecino, Raphael evoluciona. Y si alguien le quiere mal, que diga que Raphael se reinventa. ¡Los grandes no se reinventan! Los viejos soldados nunca mueren, acaso se desvanecen aunque, bien de voz, no es el caso. Ahí estaba, sentado, con lo difícil que es cantar sentado, tan pancho, tan firme, desgranand­o el No puedo arrancarte de mi.

El público de Raphael, el más leal, longevo y palpitante público que pueda tener un artista español, no está por alquimias y exige al Raphael de siempre, al niño de Linares, cosecha del 43, y éste, el muy cuco, se las apaña para parecer tan actual, sin renunciar a la memoria a base de cuidar los detalles.

La torcida rafaelista en Barcelona llenó el Jardins de Pedralbes, como llena el Sant Jordi todos los inviernos. Es lo que tiene el artista: está como un clavo allí dónde le espera su público. Raphael da al espectador profesiona­lidad y sello, nunca se mete en charcos –y van 60 años sobre las tablas–. El charco, en todo caso, lo cruza, como hará este año en octubre, para aquello tan vintage de hacer las Américas.

Y entre el público y el artista, que si hoy tú, mañana yo, los conciertos de Raphael, punto seis, punto menos, terminan siendo una apoteosis. No hay quien salga masculland­o “a este tío no le vuelvo a ver más”. Hay niño de Linares para rato...c

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Josep Lago / Shooting Raphael nada más pisar el escenario del Jardins de Pedralbes de Barcelona

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