Macron queda frágil y sin mayoría
La izquierda confirma su gran avance y la ultraderecha irrumpe con fuerza
Francia entró ayer en una fase de alto riesgo de inestabilidad, porque será muy difícil gobernar durante los próximos cinco años. En las elecciones legislativas, el voto de castigo contra Emmanuel Macron fue mucho mayor de lo que se temía, al tiempo que los extremos –la izquierda radical y la ultraderecha– alcanzaban un excelente resultado.
La coalición Ensemble (Juntos), en torno al presidente, perdió con claridad la mayoría absoluta. Según las proyecciones que ofrecieron el primer canal público (TF1) y la cadena de noticias BFM-TV, Ensemble logrará entre 210 y 240 escaños, muy lejos de los 289 que dan la mayoría absoluta en la Asamblea Nacional.
La Nueva Unión Popular Ecológica y Social (Nupes), dirigida por Jean-Luc Mélenchon, que ha presentado un programa de izquierda radical, confirma su progreso y obtendría entre 170 y 195 diputados. Pero la gran sorpresa fue el resultado del Reagrupamiento Nacional (RN, extrema derecha), de Marine Le Pen, al que se atribuyen entre 80 y 95 escaños, un éxito espectacular, nunca visto para un partido que solía ser castigado por un sistema electoral mayoritario y a dos vueltas que no le favorecía. En la Asamblea saliente contaba solo con ocho diputados.
Le Pen, que fue reelegida en su circunscripción del Paso de Calais, anunció una “oposición firme”. Estaba exultante porque se vio resarcida de su derrota ante Macron en las presidenciales del pasado 24 de abril. La líder ultraderechista destacó que jamás el movimiento fundado por su padre había alcanzado tal cota parlamentaria, a pesar del “modo de escrutinio injusto e inadecuado”.
Mélenchon habló de “derrota total del partido presidencial” y de “fracaso moral” del presidente. Pese a su retórica, Mélenchon no parecía muy entusiasmado porque la ultraderecha es muy fuerte y sabe también que la coalición de izquierdas es coyuntural y ahora cada marca (socialista, comunista, ecologista) formará su propio grupo parlamentario y será difícil mantener la cohesión.
Si se confirma este desenlace de los comicios, es un resultado pésimo para Macron, que necesitará el salvavidas de los diputados de Los Republicanos (LR, derecha), entre 55 y 65, para garantizarse una mayoría estable. Pero ni eso está seguro. Depende de los números finales. La situación del presidente será en cualquier caso precaria. Se hallará maniatado. Los primeros análisis de los comentaristas políticos coincidieron en que se ha producido un seísmo político.
Es un golpe en efecto duro para el presidente, que pierde a algunos de los pesos pesados que le han acompañado en su proyecto iniciado en el 2016 cuando dimitió como ministro de Economía del presidente socialista François Hollande para lanzarse a la conquista del Elíseo. No han podido revalidar su escaño el propio presidente de la Asamblea Nacional, Richard Ferrand, ni el jefe del grupo parlamentario y exministro del Interior, Christophe Castaner. También han perdido las ministras de Sanidad, Brigitte Bourguignon, y la titular de la Transición Ecológica, Amélie de Montchalin. Ambas deberán dimitir de sus cargos.
La nueva situación complicará sobremanera la gobernabilidad en los próximos cinco años porque el sistema francés vigente desde que se fundó la V República, muy presidencialista, tiene poca tradición de consensos. Además, es muy dudoso que los principales grupos de oposición, la izquierda radical y la extrema derecha, por su actitud rupturista, se avengan a los pactos. Si la inestabilidad se instala, Macron tiene siempre la posibilidad de disolver la Asamblea Nacional anticipadamente y convocar nuevas elecciones, una jugada arriesgada. El peligro es perder la apuesta, quedar aún más debilitado y tener que designar a un primer ministro de la oposición, lo que en la jerga política francesa se denomina “cohabitación”.
La tendencia en las urnas se olfateaba, aunque no un cambio tan brutal de los equilibrios. Le Journal du Dimanche salió ayer con una portada que se preguntaba si Macron iba a poder gobernar y aventuraba cinco años de “guerrilla parlamentaria” por parte de una oposición envalentonada que se sentirá tentada a practicar el obstruccionismo permanente. El periódico se quedó corto en sus malos augurios.n
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