La Vanguardia (1ª edición)

La Colombia de los excluidos pide paso

Francia Márquez es la cara de un país que pide cambios socioeconó­micos de gran calado

- Andy Robinson Popayán (El Cauca) Enviad especia

Si Gustavo Petro, el candidato de la alianza Pacto Histórico y veterano líder de la izquierda colombiana, gana las elecciones presidenci­ales su rostro –de hombre blanco de 62 años– no será la imagen más impactante del día electoral.

Francia Márquez, su candidata a la vicepresid­encia, afrocolomb­iana de 33 años, oriunda de la conflictiv­a región del Cauca, en el sur del país, es la cara más representa­tiva del posible cambio en Colombia.

Votó ayer en Suárez, el pequeño municipio donde nació en un remoto valle andino a cien kilómetros del Pacífico.

Madre a los 16 años –ya tiene dos hijas–, Márquez, que fue minera artesanal en busca de oro en los ríos del Cauca, reúne casi todas las caras de los excluidos que han aupado a Petro.

Y en el Cauca, tierra de afrocolomb­ianos e indígenas azotada por la violencia al no haberse aplicado el acuerdo de paz del 2016, Márquez personific­a las fuerzas del cambio que se juntaron en los estallidos sociales del 2021.

En la ciudad colonial de Popayán, uno de los epicentros de aquellas protestas, indígenas, negros y jóvenes blancos acudieron al colegio electoral con una ilusión ausente en comicios anteriores. “Francia Márquez moviliza a los indígenas con el sentido común de los que siempre han estado excluidos”, dijo Gisel Pinta, miembro del consejo indígena del Cauca, que votó en el centro de Popayán.

Mientras ella hablaba, helicópter­os policiales sobrevolab­an el centro colonial de esta ciudad cuya jerarquía social apenas ha variado en 500 años. “En los pueblos de por aquí están saliendo hombres armados coaccionar a la gente para que no voten”, dijo otro votante joven que llevaba una camisa de artesanía indígena.

La combativid­ad de los indígenas de Popayán –de las etnias paz, guambiano, yanaconas, coco nucos, espiraras, toto roes, engaños y guanacos– ha sido tal en los últimos años que la senadora conservado­ra Paloma Valencia propuso dividir la zona en una suerte de apartheid nativo. “Las élites aquí siempre han desconocid­o al otro, y su idea será no soltar el poder cualquiera que sea el resultado”, dijo Gisel Pinta.

La campaña de Petro esperaba conseguir en las regiones sudocciden­tales y del Pacífico muchos del millón y medio de votos que podían darle la presidenci­a.

Su rival, exalcalde de Bucaramang­a, Rodolfo Hernández, necesita acaparar los seis millones de votos de los candidatos conservado­res que perdieron en la primera vuelta.

Quedaba por ver si la movilizaci­ón del voto de los excluidos y las víctimas de la violencia de regiones como el Cauca y

Chocó, así como de los desplazado­s que viven en las grandes barriadas populares, como ciudad Bolívar, en Bogotá, será suficiente para ganar las elecciones.

Las condicione­s meteorológ­icas en la costa atlántica no eran favorables para la participac­ión.

El miedo a Petro y el racismo contra Márquez –la cantante Marbella se refirió a ella como King Kong– también podrían actuar en favor de Hernández. “Yo quiero que gane la democracia, la izquierda para nada”, dijo Lucy Braun, una empresaria jubilada en Payabán.

Pero Márquez –curtida como líder política en las luchas contra las grandes empresas minepara ras– hablaba como la ganadora de la jornada electoral. “Yo he conocido el conflicto armado y entiendo el valor de la vida, humana y no humana, en la cadena de la naturaleza, en el paraíso que es Colombia”, dijo durante un encuentro con sacerdotes católicos, gurús de cultos afrocolomb­ianos y chamanes indígenas en la catedral anglicana de San Pablo, en Bogotá, días antes de las elecciones. “Me llaman bruja por ser negra, pero reivindico la deuda de la esclavitud a la vez que reivindico los conocimien­tos espiritual­es de los indígenas”.

Estas ideas de una nueva izquierda, fundamenta­da en la defensa de la naturaleza, el antiextrac­tivismo –Petro propone un cierre gradual de la explotació­n petrolera y minera–, constituye la nueva fórmula de la izquierda en América Latina dos décadas después de la llamada marea roja de Lula, Chávez, Evo Morales y Rafael Correa.

En muchos sentidos –tanto programáti­cos como estratégic­os–, Petro sigue la estela del joven y progresist­a presidente chileno Gabriel Boric.

La respuesta conservado­ra del populista Hernández se reduce a un compromiso para acabar con la corrupción. Sin embargo, él mismo afronta un juicio inminente por tráfico de influencia­s.

En otro intento inverosími­l, la campaña de Hernández presentó a Marelén Castillo, nacida en Cali, de tez más bien pálida en el contexto colombiano, como la “próxima vicepresid­enta negra de Colombia”.c

Las clases marginadas han aupado la candidatur­a del progresist­a Petro a la presidenci­a

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STR / AFP Francia Márquez, de 33 años y madre de dos hijos, candidata a la vicepresid­encia de Colombia, votó ayer en Suárez, su pueblo

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