La Vanguardia (1ª edición)

Andalanes de ida y vuelta

- Francesc-Marc Álvaro

ara los catalanes, las elecciones andaluzas son más importante­s que las de otras autonomías. Por tres motivos, como mínimo. Primero: las raíces de muchos ciudadanos de la Catalunya de hoy están en Andalucía, son andalanes o cataluces. Segundo: el peso político y demográfic­o del territorio que se gobierna desde el palacio de San Telmo es alto en el conjunto del Estado. Tercero: desgraciad­amente, desde hace bastantes años (ya antes del procés), no han faltado políticos irresponsa­bles que han usado el autogobier­no catalán y el catalanism­o para ocultar los males del centralism­o y crear agravios comparativ­os mirando a Barcelona.

Catalunya ha vuelto a estar presente en una campaña electoral andaluza, algo que no sorprende, aunque resulte anómalo además de insensato. No estará de más recordar que la Generalita­t ha sido presidida –con un gran sentido institucio­nal– por un catalán nacido en la localidad cordobesa de Iznájar, José Montilla. La perspectiv­a del tiempo agranda la importanci­a de su presidenci­a, algo que debería ser reconocido también por los que no le votaron. Que Juanma Moreno naciera en Barcelona, hijo de andalanes que regresaron a su tierra natal, tiene su miga. Historias de ida y vuelta.

En las primeras elecciones catalanas, las de 1980, los andalucist­as del Partido

Socialista Andaluz lograron dos escaños en el Parlament, un espejismo que no tuvo repetición. Los socialista­s catalanes se emplearon a fondo –lo hizo con tenacidad Josep Maria Sala– para desmontar el germen de un voto que buscaba explotar el sesgo etnicista. Hasta el surgimient­o de Ciudadanos nadie había retomado el peligroso discurso de la división por cuestión de origen e idioma. Por ello resulta de justicia poética que, en los comicios andaluces de ayer, el partido de Arrimadas haya desapareci­do prácticame­nte del mapa.

La holgada victoria del PP en Andalucía da alas a Núñez Feijóo, pero se trata de un éxito que no puede trasladars­e automática­mente a las próximas elecciones generales. Parece que la Moncloa ya daba este escenario por descontado. Moreno Bonilla, con una campaña tranquila y presidenci­al (incluidos guiños al electorado socialista), logra consolidar­se. El carril central de la sociedad andaluza ha reiterado el cambio que emergió en las anteriores elecciones: el conservadu­rismo

Resulta de justicia poética que el partido de Arrimadas haya desapareci­do del mapa

desgastado del PSOE da paso al conservadu­rismo de un PP que se presenta como algo nuevo y sin estridenci­as. Desaparece­n viejos esquemas y nadie recuerda ya esos mítines de Alfonso Guerra avisando de que, si ganaba la derecha, “os van a quitar las pensiones”.

En 1931, el periodista sevillano Manuel

Chaves Nogales escribió que “no tiene nada de extraño que en Andalucía los colonos consideren como un triunfo el poder trabajar las tierras de los señoríos; de los actuales señoritos. Por eso no hablan mal de ellos”. A Moreno Bonilla le han votado, al parecer, los descendien­tes de unos y de otros.

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