La Vanguardia (1ª edición)

Cuando quiebra el liderazgo, no hay nadie que vuelva al culto

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en el Parlament. Pasaron de 36 a 6 escaños (castañazo de 30 diputados), de ganador en el 2017 a ser residual. El error fue cambiar de un sólido “no pasarán” a un agrio “a por ellos”, porque al vecino, piense como piense, discutir, sí, pero apabullar, no.

El tercero fue en la Comunidad de Madrid, donde Edmundo Bal pasó de 26 a 0 escaños.

Ayer cayó Andalucía. Señalado el candidato Juan Marín, el verdadero problema, igual que en Catalunya con Carrizosa y en Madrid con Bal, ha sido Inés Arrimadas, correspons­able junto a Albert Rivera del éxito político pero a la vez del hundimient­o vergonzoso. Arrimadas quiso demostrar, ya un mes antes de la campaña, que es más andaluza que un lunar y bailó en Instagram más sevillanas vestida como correspond­e que Carmen Amaya. Jamás danzó una sardana en Catalunya porque en las plazas de pueblo buscaba un minuto de telediario. En Andalucía prosiguen con la irrelevanc­ia sin preguntars­e los motivos. Cuando quiebra el liderazgo, no hay nadie que vuelva al culto. Ciudadanos apareció en el momento adecuado, bien esponsoriz­ado y rápidament­e elevado, pero entre todos (los mismos que lo propulsaro­n) lo están hundiendo. Sea Illa en Catalunya, Díaz Ayuso en Madrid, Moreno Bonilla en Andalucía o Sánchez en España. Demasiado ruido para tanto silencio. ¿Lo escuchan? Son los gritos del silencio, un silencio sonrojante.c

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