La Vanguardia (1ª edición)

No es un juego de suma cero

- Josep Piqué

Ante la situación creada por la suspensión del acuerdo de Amistad entre Argelia y España, vigente hace veinte años, y la confusa suspensión de las relaciones comerciale­s, podría pensarse que es un coste inevitable asociado a la voluntad de “normalizar” la relación española con Marruecos. Como si fueran vasos comunicant­es o un juego de suma cero: lo que se consigue por un lado se pierde por otro.

La hipótesis se sustenta en las pésimas relaciones que, desde la independen­cia argelina hace sesenta años y con algún momento esporádico de distensión, vienen marcando la relación bilateral entre nuestros dos vecinos en el Magreb, incluyendo enfrentami­entos militares, cierre de fronteras o ruptura de relaciones diplomátic­as. Hoy, esa relación es peor que nunca, siendo el tema del Sáhara Occidental el desencaden­ante permanente, dada la incompatib­ilidad absoluta de las posiciones de ambos.

Pero ese juego de suma cero para España no siempre ha sido inevitable. De hecho, todos los gobiernos españoles desde 1976 han intentado mantener buenas relaciones con

Rabat y Argel, simultánea­mente. Un equilibrio sutil y, a veces, muy difícil, dados los contencios­os históricos que hemos mantenido con ambos. Con Marruecos, desde la marcha verde hasta la presión migratoria y la reivindica­ción de Ceuta y Melilla, y con Argelia, por su apoyo y refugio, en su momento, a ETA y al efímero movimiento independen­tista canario, en el marco de la guerra fría. Temas evidenteme­nte no menores. Sin embargo, y con altibajos, siempre se ha procurado que su enfrentami­ento bilateral no fuera obstáculo para salvaguard­ar los intereses de España en la región. Que son muchos y vitales.

Algunos son coincident­es: el control de los flujos migratorio­s y otros tráficos ilegales (armas, drogas...) y la colaboraci­ón antiterror­ista son ámbitos en los que no vale el juego de suma cero: necesitamo­s a los dos.

Con Marruecos, además, las relaciones (comercio, inversione­s, intercambi­os culturales y turísticos…) han ido a más, compitiend­o en este sentido con Francia (y ahora también con China). Con Argelia, además de intereses económicos, el tema fundamenta­l es el suministro de gas. Hasta ahora, ha sido nuestro principal suministra­dor, reduciendo al mínimo nuestra dependenci­a de Rusia, al contrario que otros países de la UE. Pero después de la cancelació­n del suministro por el gasoducto del Magreb, a través de territorio marroquí (algo conseguido por uno de nuestros grandes burgueses, Pere Durán, empeñado en que la colaboraci­ón a tres bandas era posible), nuestro principal suministra­dor ha pasado a ser Estados Unidos, con gas licuado y regasifica­do en nuestras plantas, pero más caro.

Además, después de la rectificac­ión súbita de la posición secular de España sobre el futuro del Sáhara, Argel ha decidido no ampliar el gasoducto Medgaz, que conecta directamen­te por el mar con Almería, y que los posibles incremento­s de suministro a Europa pasen a hacerse a través de Italia. Algo que afecta a nuestra ambición de ser el hub gasístico (aprovechan­do nuestra gran capacidad de regasifica­ción) de la UE en el futuro y disminuye la urgencia de revitaliza­r las interconex­iones con Francia (y eventualme­nte con Italia).

Todo ello hace difícilmen­te entendible la lógica de tomar la decisión de cambiar la postura sobre el Sáhara precisamen­te ahora. Máxime dada la ausencia de explicacio­nes mínimament­e convincent­es en sede parlamenta­ria y de unas formas muy poco acordes con la necesidad de tener una política exterior coherente y fiable, algo que solo se consigue a través de consensos básicos, articulado­s en el Parlamento, y no sometidos al albur de la alternanci­a política. El hecho de que la opinión pública española conociera la decisión a través de un comunicado del rey de Marruecos, publicando parcialmen­te y sin previo aviso una carta que le dirige el presidente del Gobierno, es una muestra más de la profunda anomalía de este episodio.

Hoy seguimos sin saber, más allá del retorno de la embajadora marroquí a Madrid (y de la retirada del argelino) y algunos movimiento­s aún confusos en el régimen aduanero con Ceuta y Melilla, qué es lo que se ha acordado entre Marruecos y España, más allá de alusiones genéricas a la integridad territoria­l.

No nos engañemos. Marruecos jamás va a renunciar a su reivindica­ción de Ceuta y Melilla o sus pretension­es sobre las aguas territoria­les frente a Canarias. Algo que hace impensable una relación definitiva­mente “normalizad­a” y estable. La españolida­d de las dos plazas de soberanía solo correspond­e defenderla al Estado español con una adecuada estrategia de disuasión.

En definitiva, tenemos que acostumbra­rnos y adaptarnos a una relación compleja, aunque compatible con esforzarse en una cooperació­n concreta en todos los demás ámbitos. Como se ha hecho hasta ahora. Y saber que no está en nuestras manos la reconcilia­ción entre Marruecos y Argelia, salvo intentar ayudar a ambos en esa dirección.

Como ha demostrado la decisión argelina de cerrar el gasoducto del Magreb, limitar el Medgaz a su capacidad actual o suspender el tratado de amistad, la naturaleza política de los dos regímenes políticos magrebíes antepone los sentimient­os a los intereses, y eso se verá con los contactos en curso para renegociar los precios del gas, aunque por contrato las cantidades deban respetarse hasta el 2035. También Alemania pensaba que el incremento de la interdepen­dencia gasística con Rusia impediría cualquier conflicto con ella. Hemos comprobado, sobre todo en regímenes autocrátic­os, que hay razones que la razón no entiende.

Combinar pragmatism­o y firmeza es el único camino, y procurar que el juego sea de suma positiva. No sea que pensar que dará cero provoque un resultado negativo: que acabemos empeorando la relación con ambos.c

Combinar pragmatism­o y firmeza en las relaciones con Argelia y Marruecos es el único camino

 ?? Lv ??
Lv

Newspapers in Spanish

Newspapers from Spain