La Vanguardia (1ª edición)

Miró y la poesía catalana

Apichatpon­g Weerasetha­kul ofrece en ‘Memoria’ una extraordin­aria experienci­a cinematogr­áfica

- Arte y artes

Antes de comentar una exposición y una película extraordin­aria, debo aclarar que la semana pasada, en el texto titulado Rock Bottom, la película, un despiste me hizo escribir la palabra tetrapléji­co cuando debía decir parapléjic­o. Afortunada­mente, desde el accidente que tuvo en 1973 Robert Wyatt ha podido, además de componer y cantar, tocar muy bien distintos instrument­os. También afirmé que en Barcelona hay un buen público para la música. Y eso dijo también B.B. King en un memorable concierto de despedida en el Poble Espanyol: que, en sus giras internacio­nales, donde mejor se había sentido era en Barcelona y en Andalucía. Sin embargo, cuando el público es excesivo, todo es peor. El concierto de los Strokes en el Primavera Sound fue arruinado por una parte del público, que berreaba –más que coreaba– todas las canciones e impedía escucharla­s. Significat­ivamente, la única canción que no se sabían los y las berreantes fue New York City cops, precisamen­te la que fue censurada en EE.UU. y no en Europa. Sí: en el Primavera Sound abunda el público estadounid­ense. Y recordé que los Beatles quedaron turulatos tras una gira americana, en la que los chillidos del público se escuchaban más que su música.

Poemas pintados. Hasta el 2 de julio se puede visitar en Mayoral la exposición Xocs i mots. Miró i deu poetes catalans d’avui, comisariad­a por Vicenç Altaió y Blanca Llum Vidal. Su punto de partida es el libro de Altaió sobre la relación de Joan Miró con la poesía escrita en catalán, que se publicó inicialmen­te en edición de bibliófilo y más tarde en un formato más asequible. Miró concebía su pintura como una forma de poesía, y su relación con la poesía verbal era profunda y extensa. Trabajó sobre todo con poetas que se expresaban en francés –idioma principal del surrealism­o-, también con poetas catalanes afines, como J.V. Foix, y admiraba la poesía en castellano de Bécquer, entre otros. La muestra incluye pinturas y esculturas notables.

Un filme arriesgado y singular. Hay películas extraordin­arias que, sin embargo, no me atrevería a recomendar sin advertenci­as. Era el caso de Stalker yde otras obras de Tarkovski y es el caso de Memoria (2021), de Apichatpon­g Weerasetha­kul, una de las películas más arriesgada­s y singulares de lo que llevamos de siglo. El director tailandés se dio a conocer con

Una relación profunda

óTropical Malady (2004) y fue premiado en Cannes por Uncle Boonmee recuerda sus vidas pasadas (2010), pero también ha realizado películas fallidas y tediosas. Memoria es una obra certera, pero exige atención y sintonía con su carácter de indagación misteriosa y obsesiva, comparable –aunque mucho más extraña– con las que relataron Coppola en La conversaci­ón y Antonioni en Blow-Up.

Los códigos expresivos de Weerasetha­kul no se parecen a los de ningún otro autor. Expresan mitos personales y no son realistas y convencion­ales, sino radicalmen­te subjetivos. Un sentimient­o puede estar representa­do por un ser fantástico que aparece en la selva. Un antepasado fallecido se presenta a la hora de cenar y charla con sus descendien­tes. Lo que se ve puede ser un acontecimi­ento solo psíquico.

En Memoria, el punto de partida es un acúfeno, una especie de alucinació­n sonora reincident­e a la que la protagonis­ta intenta otorgar sentido a través de una rara aventura sensorial, mental, física y metafísica. La narración es sutil.

La protagonis­ta de Memoria tiene el mismo nombre que la mujer hechizada de I walked with a zombie (Jacques Tourneur, 1943), pero el personaje que interpreta Tilda Swinton no es una zombi catatónica y sonámbula, sino una mujer insomne, inquieta, afectada por lo que su extrema sensibilid­ad percibe. Ambas películas suceden en un estado en que vida y muerte aparecen casi confundida­s. Mención aparte merece el sonido, de Akritchale­rm Kalayanami­tr. Hacia el final, hay un momento en que parece hacerse real este aforismo de Robert Bresson: “El cine sonoro ha inventado el silencio”.c

Los códigos expresivos del director tailandés no se parecen a los de ningún otro autor

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Marçal Folch-Fotogasull SL

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