La Vanguardia (1ª edición)

Final de trayecto

El Barça cede el trono liguero ante un Real Madrid que guio un Tavares superlativ­o y abre un proceso de reflexión tras una temporada con sabor agridulce

- Luis Buxeres

probó con Makuc, con Janc, con Mem y con Richardson. El baile de cambios lo pagó con una desconexió­n que se tradujo en una peligrosa aproximaci­ón del Kielce, que igualaba a 12 cerca del descanso. Fue el primer aviso. El siguiente sería su primera ventaja desde el 0-1 inicial, el 16-17 de Daniel Dujshebaev a los 36 minutos.

Se creció el Kielce, un equipo con un juego enajenante, que erosiona la moral, y que tomó la iniciativa en el marcador. El Barça se vio a remolque, sobrevivie­ndo con las paradas de Pérez de Vargas –que acabaría con 12 de 44, un 27%–, agobiado durante casi todo el segundo tiempo para evitar descolgars­e de más de un gol, hasta el 26-26 de Mem a falta de cuatro minutos. Entonces sacó fuerzas de donde no había. Aleix puso el 28-27 a falta de dos minutos y defendió con el alma. Mem dispuso de la sentencia a falta de 50 segundos, pero envió fuera su misil desde 9 metros. En el último ataque polaco, con solo 28 segundos,

Talant Dujshebaev ganó la partida táctica: Kulesh asistió a Karalek en seis metros y el bielorruso no perdonó: 28-28 y prórroga.

Los 10 minutos extra fueron otra agonía. El Barça pasó de adelantars­e por dos veces, con goles de N’Guessan y Aleix Gómez, a verse al borde del precipicio con el 31-32 de Moryto. Fue su ángel de la guarda con el 10 a la espalda, Dika Mem, quien evitó el desastre con un gol a falta de 50 segundos. La final se iba a los penaltis.

Ortega no quiso ni mirar. Se retiró a un rincón con una toalla. Los cinco lanzadores se ofrecieron voluntaria­mente. Marcó Aleix Gómez el primero –su 10.º gol, con el que cierra la Champions como máximo realizador con 104 tantos–, Mem anotaba el segundo, Richardson clavó en la escuadra derecha el tercero, 3-2; por el Kielce le tocó el turno a Alex Dujshebaev, que armó el brazo izquierdo y Gonzalo le adivinó la intención. Media Champions se teñía de blaugrana. Ali Zein ponía el 4-2, Daniel Dujshebaev el 4-3, y en el último lanzamient­o, Ludo Fàbregas se convertía en héroe con el 5-3, o en el global, 37-35: el Barça era campeón por 11.ª vez.

La euforia se desbordó en la pista del Lanxess Arena. Ortega corría y gritaba emocionado como un niño, exorcizand­o la tensión, el sufrimient­o y “los palos” que considera que le han dado en su primer año en el banquillo. Los jugadores se abrazaban entre saltos, y se sumaba a la fiesta el presidente Laporta para saborear la segunda Champions que ha ganado el club este año... La gloria era blaugrana. Con todo merecimien­to.c

El Barça cedió su trono de campeón de la Liga Endesa al Real Madrid tras caer en el cuarto partido de la final, ensombreci­do por la figura del indiscutib­le MVP Walter Tavares, un verdugo sin piedad para los blaugrana. Pero los problemas de los de Jasikevici­us van mucho más allá de sus carencias en la pintura, versión muy desmejorad­a la suya en el tramo final de la temporada por motivos complicado­s de descifrar y que deben abrir ahora un proceso de reflexión en toda la sección.

El sabor en la filas blaugrana es más agridulce que nunca, despedida la temporada con el título de Copa pero cayendo ante el Real Madrid en la final four y en la Liga, con poco margen a la respuesta. Difícil de entender tras la superiorid­ad mostrada ante el máximo rival en el primer año y medio de Jasikevici­us en el banquillo.

Ayer, ya en el primer cuarto se apareciero­n todos los fantasmas del Barça. La sangría del rebote que ha lastrado a los blaugrana durante toda la final adquiría proporcion­es bíblicas, firmando los blancos solo en ataque los mismos que todo su rival (7) en esos primeros diez minutos. Tavares, además, parecía un Goliat rodeado de Davids sin hondas y con 13 puntos se iba al descanso de nuevo como la bestia negra blaugrana. A su paso, además, dejó a Davies y Sanli cargados de faltas, obligado Smits a multiplica­rse como cinco en el que pudo ser su último partido como blaugrana.

El inicio del duelo fue de pesadilla. Causeur desde fuera rubricaba un 7-0 que adelantaba la fiesta en el WiZink. Pero el Barça no tenía pensado ceder su trono tan fácilmente y al menos dio la cara en este último partido. Sus ataques comenzaron siendo un desastre pero sus defensas eran casi una maravilla, y poco a poco igualó las fuerzas, asomando ya su acierto desde el triple, que le sirvió para estar

Fàbregas anotó el último penalti, Pérez de Vargas paró el de Alex Dujshebaev y Aleix Gómez aportó 10 goles

dentro del partido hasta el último cuarto, donde su 1/7 destrozó lo que estaba siendo su mejor estadístic­a.

Cuando parecía que la igualdad había aterrizado por fin en la calle Goya el Real Madrid pisó el acelerador como si huyera de la muerte y Rudy cerraba un parcial de 11-0 para comenzar el segundo cuarto (24-10, m 13). Pero el Barça siguió creyendo en sus posibilida­des y percutía a base de triples en la moral blanca para acercarse en el luminoso. Eso sí, el recital de silbato con sabor añejo ya había comenzado, arbitraje casero de los de antes el de ayer (17 a 25 en faltas personales al final). No se quejó el Barça y bien que hizo, para no bajar al barro como hizo el Madrid tras el segundo asalto.

Tavares comenzó la segunda parte con la misma voracidad que había mostrado en la primera

una estrella sincera

Ni siquiera los 25 puntos y 13 rebotes del caboverdia­no alcanzan para explicar tanta superiorid­ad

pero, cansado, pidió el cambio y ofreció una tregua que el Barça aprovechó para lograr su primera ventaja de la tarde (55-56). Pero cuando parecía dibujado un último cuarto de aquellos para el recuerdo, el Barça empezó a fallar triples y Causeur decidió unirse a la fiesta de Tavares y, esta vez sí, acabar con la resistenci­a blaugrana. La Liga vuelve a ser blanca, y Pablo Laso la celebró como uno más. Eso sí es buena noticia.c

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