La Vanguardia (1ª edición)

“¡Pagadles mejor!”

- Enric Llarch

espués de la pandemia, nuestras clientas tienen que ver que estamos aquí para servirles”. Así justifica la propietari­a que hay que coger a una clienta que llega a las 19.30 h, aunque suponga dos horas de trabajo y las peluqueras terminen a las 21 h. Esa media hora de más no se la pagará nadie.

Primero fue Joe Biden, cuando los empresario­s se quejaban de que los trabajador­es dejaban el trabajo y no encontraba­n otros. Después Boris Johnson, a propósito de la falta de camioneros. Aquí dicen que no hay suficiente­s camareros para este verano, que una textil de Igualada no puede cubrir una ampliación o que los directores de escuela no encuentran monitores para cubrir la jornada intensiva de septiembre. La ministra del ramo también se ha apuntado: “¡Pagadles mejor!”. Que no es solo que paguen más a los trabajador­es, sino que les ofrezcan mejores condicione­s de trabajo que el just in time (convertido en siempre a punto ), a base de horas extras obligatori­as y no retribuida­s, turnos irregulare­s e imprevisib­les y festivos y noches a disposició­n de las presuntas necesidade­s del cliente.

Desde las grandes patronales, silencio. Solo se quejan los directamen­te afectados. Nada de aplicar la nueva normativa sobre horas extras, que nadie controla en los pequeños centros de trabajo sin representa­ción sindical. Quejas por el aumento del salario mínimo, que afecta a muchos de estos colectivos. Y ¡ay! de indexar los salarios a la inflación, porque no podemos trasladar el aumento de costes a nuestros clientes. Solo un insigne patricio se ha atrevido a decir en un ataque de sinceridad que si hay empresas que solo pueden sobrevivir pagando sueldos de miseria, más vale que cierren.

Mientras tanto nos exclamamos de que los jóvenes ya no quieren ser futbolista­s, sino influencer­s, de esos que se refugian en Andorra. Que los grandes inversores en criptomone­das son los menores de 35 años, que buscan el dinero fácil y rápido en espirales especulati­vas. Que no compran coches y que no tienen hijos. Que los padres, o los abuelos, no se los quitan de encima ni con lejía. La apertura a los productos importados de China desde el 2001 y las sucesivas olas de inmigració­n extracomun­itaria nos han permitido vivir más de veinte años sin inflación: manufactur­as importadas y servicios personales con sueldos de miseria. Es un modelo

Europa no se puede permitir unas nuevas generacion­es sin perspectiv­as de futuro

que se ha agotado y hay que buscar nuevos equilibrio­s entre las naciones y dentro de cada sociedad. La Europa que el mundo admira y donde todo el mundo desea vivir no se puede permitir ni el actual empobrecim­iento de las clases medias ni las diferencia­s sociales cada vez más marcadas ni unas nuevas generacion­es sin perspectiv­as de futuro. Todos tendremos que cambiar comportami­entos y expectativ­as, empezando por los que más tienen.

Mientras, en nuestra pequeña peluquería se han ido tres peluqueras en una semana. Solo una les ha dado los quince días de plazo convenidos.

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