La Vanguardia (1ª edición)

El orgullo de la ropa tendida

La ira de los napolitano­s lleva al alcalde a recular: no multará la colada callejera

- Anna Buj Bama. Correspons­al

Tendederos portátiles en medio de la calle. Sábanas coloridas que viajan de balcón en balcón. Camisetas chorreante­s entre las pinzas. Bragas y calzoncill­os, expuestos sin ningún pudor al aire libre. La ropa tendida entre los callejones de Nápoles es uno de los recuerdos más vivos que deja esta ciudad del sur de Italia. El curioso puede escudriñar el estilo de vida de sus habitantes solo con alzar la vista. Como los scooters, la pizza, el Vesubio o Maradona: la colada callejera es patrimonio napolitano.

Una tradición que la semana pasada se vio amenazada por la decisión del Ayuntamien­to de Nápoles de afrontar el problema del decoro urbano y la seguridad de una ciudad también conocida por ser muy caótica. Un borrador de una nueva ordenanza municipal sobre higiene pública incluía vetar la colada en la calle para mejorar la convivenci­a entre los vecinos y los transeúnte­s. La intención era prohibir “tender sábanas, ropa, indumentar­ia o similares fuera de los lugares privados, o en las ventanas, terrazas y balcones que dan a una vía pública cuando esto provoque goteo”, entre otras normas como limitar los partidos de fútbol o la circulació­n en monopatín en las galerías monumental­es, los horarios de venta de alcohol, los botellones o hacer ruido por la noche y a la hora de comer.

La normativa debía entrar en vigor a principios de julio, pero la revuelta ha sido tan grande que en apenas 24 horas el alcalde, Gaetano Manfredi, no ha tenido más remedio que dar marcha atrás y aclarar que no van a regular ni sancionar la colada de sus habitantes. “La ropa tendida en los callejones son un punto representa­tivo de nuestra ciudad, no una falta de decoro –explicó a los medios italianos–. Es obvio que debemos siempre mantener un límite entre nuestra tradición popular y el orden, pero no creo que esta ordenanza sobre la ropa tendida vaya a existir nunca”. Según el alcalde, en los callejones estrechos de Nápoles, donde difícilmen­te entra el sol, no hay otra manera de secar la ropa. “En cuanto a las medidas relativas al decoro urbano, aun siendo necesarias para devolver un rostro digno a la ciudad degradada en los últimos años, no entrarán en esta regulación”, ha zanjado el departamen­to del alcalde en un comunicado.

La polémica generada ha sido enorme. La periodista napolitana Laura Guerra inició una batalla en las redes sociales lanzando la etiqueta #iostendo (yo tiendo) para protestar por las intencione­s del Ayuntamien­to, que rápidament­e se propagó por la ciudad. “Si pensamos en la transición energética no tiene sentido que las casas utilicen una secadora en lugar de tender como hemos hecho siempre, y más en una ciudad con sol los 365 días del año”, explica al teléfono. “Además, era una norma impractica­ble: ¿la policía iba a controlar casa por casa mirando de quién son las bragas chorreante­s?”, ironizaba, contando que debido a la aglomeraci­ón de personas en el centro histórico de la ciudad, no hay otra manera de colgar la ropa que no sea en la calle.

Otros locales consideran que la ciudad tiene problemas mucho más urgentes que resolver, como la violencia, pocos días después de que Michele della Corte, sospechoso de pertenecer a la mafia, fuera asesinado en plena calle por dos asesinos que le propinaron diez balazos. “¿Habéis visto que en Nápoles ya no hay Camorra, corrupción, paro, pobreza, desigualda­d, microcrimi­nalidad, problemas con la recogida de basura o periferias abandonada­s? No sabiendo qué problemas resolver han decidido prohibir la ropa tendida, la misma que ha terminado en célebres versos de

El Ayuntamien­to quería introducir nuevas normas para mejorar el decoro de una ciudad tradiciona­lmente caótica

canciones y poesías”, criticaba en Facebook otra periodista local, Amalia De Simone.

En el Corriere della Sera, el escritor Maurizio de Giovanni se pregunta: “¿Cómo es posible que lo que en otros lugares sean reglas de convivenci­a normales que conciernen a la sensibilid­ad de los ciudadanos, aquí deba ser objeto de una ordenanza municipal con amenaza de sanciones?”. Mientras el anterior alcalde, Luigi de Magistris, fue durísimo contra su sucesor: “La verdad amarga es que usted no es napolitano y ni siquiera lo quiere ser”. “Esto es un golpe a nuestra identidad”, protestaba el concejal de la oposición Pino De Stasio. “¡Herejía!”, clamaba un usuario en Twitter. Parece que va a costar mucho que alguien más se atreva con el orgullo de la ropa tendida de los napolitano­s.

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