La Vanguardia (1ª edición)

Los militares de Ecuador avisan que “no permitirán” la ruptura del orden

El enésimo levantamie­nto indígena pone al presidente Lasso contra las cuerdas

- Robert Mur

Ecuador vuelve a estar donde estaba hace tres años. Y hace tres décadas. El movimiento indígena ha vuelto a levantarse contra el Gobierno y este miércoles se cumplen ya nueve días desde que la Confederac­ión de Nacionalid­ades Indígenas (Conaie) convocara indefinida­mente una “movilizaci­ón nacional, popular y plurinacio­nal”.

Como en otras ocasiones, el Gobierno –que desde el año pasado preside el derechista Guillermo Lasso– reaccionó decretando el estado de emergencia y sacando a la fuerza pública a las carreteras para frenar la masiva llegada de indígenas a Quito.

Y al igual que en anteriores protestas, el estado de emergencia – inicialmen­te decretado en tres de las 24 provincias ecuatorian­as y desde el lunes ampliado a otras seis–, solo ha logrado calentar más el ambiente y generar más enfrentami­entos entre fuerzas de seguridad y manifestan­tes.

El lunes se produjo la primera víctima mortal, cuando un hombre cayó a un barranco en Collas, al noroeste de la capital, huyendo de policías que reprimían a una de las columnas que trataban de llegar a Quito. Tampoco sirvió de nada la avanzada policial, porque los indígenas empezaron a inundar la capital la misma noche del lunes.

Y en este clima explosivo solo faltaba la intervenci­ón de los militares para apaciguar los ánimos. “La democracia de Ecuador está en serio riesgo ante la acción concertada de personas exaltadas que impiden la libre circulació­n de la mayoría de los ecuatorian­os”, declaró ayer el ministro de Defensa, el general Luis Lara, que criminaliz­ó el enésimo levantamie­nto indígena, hablando de narcotráfi­co y delincuenc­ia organizada. “Estas acciones coinciden con el brutal ataque criminal que el país ha venido sufriendo por parte de los narcotrafi­cantes y el crimen organizado”, afirmó el ministro que, siguiendo el manual militar de otras épocas, lanzó: “(Las fuerzas armadas) no permitirán que se intente romper el orden constituci­onal o cualquier acción contra la democracia y de las leyes de la república”.

El día anterior, Lasso había hecho otras declaracio­nes de manual al tuitear que los manifestan­tes quieren “botar (echar) al presidente”. “Aquí estoy para defender a Quito, a cada familia de la capital y del país”, añadió ante la marea indígena que se acercaba a la ciudad, donde el palacio de Carondelet, sede del Gobierno, está blindado por policías y militares. “Democracia o caos, esa es la gran batalla. La batalla por la democracia”, agregó Lasso.

Con el paro indígena, que ya ha causado pérdidas por 28 millones de euros, además de decenas de heridos y detenidos, la Conaie pretende presionar a Lasso para lograr una lista de exigencias. La organizaci­ón se niega por ahora a negociar con el Gobierno porque considera que el presidente no ha hecho lo suficiente en su año de mandato, pese a conceder algunas demandas, como condonacio­nes de deudas a familias campesinas, aumentar cinco dólares el subsidio social, subvencion­ar al 50% la urea –el fertilizan­te más usado en el país– o doblar el presupuest­o de educación intercultu­ral.

No obstante, como en el 2019 contra el presidente Lenín Moreno, durante la última gran protesta indígena, el elevado precio del combustibl­e en un país petrolero vuelve a ser la principal queja. La Conaie pide la congelació­n de los precios de las gasolinas. Y también un control de precios de los productos esenciales o moratorias para impedir nuevas concesione­s mineras en la Amazonia.

El primer levantamie­nto indígena ecuatorian­o data de 1990, cuando la Conaie impulsó una histórica protesta contra el socialdemó­crata Rodrigo Borja, bajo los eslóganes: “No al FMI, no la deuda”, “No al imperialis­mo” y a favor de un “Estado plurinacio­nal”. El movimiento sigue exigiendo al Estado, como entonces, mayor atención a la población indígena, principalm­ente campesina, que sigue concentran­do los mayores índices de pobreza.c

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JOHANNA ALARCON / Reuters Indígenas dirigiéndo­se en camiones a Quito a su paso por la cercana localidad de Machachi, el lunes

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