La Vanguardia (1ª edición)

Cuando éramos reyes

- EL MIRADOR edr V n

Los hechos se insertan en los tiempos, que les dan color, textura y relevancia. El acto de presentaci­ón del libro Pedro Sánchez (Había partido: de las primarias a La Moncloa), cuyo autor es el presidente del CIS, José Félix Tezanos, fue ayer un acontecimi­ento extraño y hay que reconocer que, con toda seguridad, hace dos semanas no lo habría sido. El libro, relato de la caída y resurrecci­ón política de Sánchez, de la que Tezanos fue testigo y artífice –formó parte del pequeño grupo de confianza con el que Sánchez derrotó a la estructura de su propio partido–, narra una historia “que no ha sido contada”, decía el ministro de Presidenci­a, Félix Bolaños, la de cómo se construyó una presidenci­a, explicó el autor, en torno a tres pilares: el liderazgo, las plataforma­s de militantes y un programa de acción que debía regenerar el recetario socialdemó­crata para conservar la hegemonía en el progresism­o español y no acabar, mencionó el ministro, como otros partidos socialdemó­cratas europeos. Aquella aventura, rememoraba ayer en la sala de columnas del Círculo de Bellas Artes la vicesecret­aria general del PSOE, Adriana Lastra, “fue la época más feliz de mi vida”.

Pero el acto, muy concurrido y con otros dos ministros como testigos, Miquel Iceta y Carolina Darias, caía en la agenda justo después del cambio de rasante andaluz, un aldabonazo para las fuerzas progresist­as integrante­s del Gobierno de coalición. El calendario adjetiva y ayer se dejaba notar en el ambiente del pleno del Congreso, que se celebraba a la vez que Tezanos,

Bolaños y Lastra entonaban su elogio al presidente Sánchez, –un líder “valiente”, “determinad­o”, “audaz”–, y en el que parecía prender cierta postración, si no fatalismo, respecto a lo venidero.

Así que, de pronto, todos los detalles del acto festivo sonaban a baile postrero, a remembranz­a de aquel momento prodigioso en que todo parecía posible. Y así, las escenas y las voces acudían ayer con la reverberac­ión de una gramola abandonada en un salón de baile vacío, o como el eco lejano de una romería en la que una orquesta con nombre de ave marina entona un repertorio antiguo y otrora imbatible. La propia conjugació­n en pretérito del título del volumen –“había partido”–, la camisa de cuadros que luce Sánchez en la portada o el entusiasmo de los intervinie­ntes sonaban distinto, sin brillo, amortiguad­os por un tiempo nuevo y peligroso.

El recurso literario del extrañamie­nto consiste en eso, en introducir un elemento que rompe la armonía de los días, abrir una grieta a lo real por la que se cuela cualquier imposible que sirva para poner de relieve la fragilidad de lo cierto y la condición volátil de aquello que se antoja inmarcesib­le. La sima meridional estaba ahí, atravesand­o el salón, aunque la parroquia se comportaba como si no estuviera. Quizá ese silencio fuera lo más extraño.

Sabemos por el efecto Doppler que un objeto que se acerca suena brillante y agudo, y si se aleja, se oye sordo y grave. Tezanos aseguró que Sánchez, ausente del acto, volverá a brillar cerca del treinta por ciento. Luego, un vino español, entre risas bulliciosa­s, en un hall de techos altos.c

Tezanos presentó su crónica del ascenso de Pedro Sánchez secundado por Bolaños y Lastra

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