La Vanguardia (1ª edición)

Constructo­res de ideas

Helena Almeida y Chema Madoz regresan a Foto Colectania en su veinte aniversari­o

- Teresa Sesé

Para la artista portuguesa Helena Almeida (1934-2018), su obra era su cuerpo, su rostro, sus manos, su imagen entera desplegada en el espacio en cuidadas poses con las que daba forma a una idea, una vivencia, un deseo que acababa adoptando una apariencia casi escultóric­a de gran impacto estético. En el universo de Chema Madoz (Madrid, 1958), tan próximo a la poesía visual, la escultura y la pintura, son los objetos descontext­ualizados, los que se emancipan de su destino cotidiano y enseñan algo que se oculta a una mirada ordinaria. Ambos podrían haber sido pintores o escultores, pero eligieron la fotografía como medio para expresar historias mínimas y sutiles que contienen todo un mundo.

Almeida y Madoz fueron los primeros autores que entraron a formar parte de la colección Foto Colectania, centrada en la fotografía española y portuguesa a partir de los años cincuenta del siglo pasado, y ahora son los invitados a la fiesta de su veinte aniversari­o con una exposición, Diseños habitados (hasta el 18 de septiembre) que, además de reunir una selección de sus obras, indaga en “sus procesos mentales”, en palabras de su comisario, Pepe Font de Mora, a través de cuadernos de dibujos, bocetos preparator­ios y vídeos en los que podemos verlos trabajando en la intimidad de sus respectivo­s estudios.

La elección del título es un homenaje a Helena Almeida, que bautizó así una de sus primeras series de los años setenta, en las

Madoz. que aparecía dibujando con un rotulador o un bolígrafo en la mano. En otras, como en Dias quasi tranquilos, de los ochenta, se autorrepre­senta pintando en el estudio, su cuerpo como objeto de la obra al que luego superpondr­á capas de pintura, una práctica que repetirá en O perdão,

Almeida. del 2001, en la que aplica el pincel sobre su rostro hasta hacerlo casi desaparece­r.

“Cuando hace veinte años me hablaron por primera vez de Foto Colectania como de un proyecto de largo recorrido no es que no me lo creyera pero sí recuerdo que me lo tomé con escepticis­mo, la misma duda que tenía respecto a mi propia trabajo”, recuerda Madoz, que vuelve a reencontra­rse con sus primeras fotografía­s de pequeño formato anteriores a los años noventa, cuando aún no había abandonado la figura humana para centrarse por completo en los objetos. “Tuve la sensación de que está reproducie­ndo el mismo juego, que perdía misterio y atractivo. Empecé entonces a trabajar con los objetos, y la poesía de las cosas no se agota nunca, si acaso me agoto yo antes”, bromea el artista, cuya obra se vincula al surrealism­o de Man Ray como a la poesía visual de

Joan Brossa.

Una escalera apoyada sobre un espejo que crea la ilusión de poder descender por ella, gotas de lluvia enhebradas con hilo y aguja para formar un collar, la horma de un zapato de madera que ha echado raíces, un desagüe en medio de un terreno resquebraj­ado por la sequía, una escalera de mano superpuest­a sobre unos escalones... Metáforas fotográfic­as o juegos visuales cargados de suspende e ironía visual, al servicio de una poética de la fragilidad y la incertidum­bre, y un fino sentido del humor. En alguna ocasión alguien lo definió como un coleccioni­sta de ideas.c

Para ambos, la foto es un medio para expresar historias mínimas y sutiles que contienen todo un mundo

 ?? Chema MadoZ/Colección Foto Colectania ??
Chema MadoZ/Colección Foto Colectania
 ?? Krause, Johansen / Helena Almeida ?? Una de las primeras obras de los noventa en la que el autor abandona definitiva­mente la figura humana y comienza a trabajar con objetos a los que da nueva vida.
En ‘O perdão’, del 2001, la artista portuguesa se autorretra­ta y luego aplica el pincel de pintura sobre su rostro hasta hacerlo casi desaparece­r.
Krause, Johansen / Helena Almeida Una de las primeras obras de los noventa en la que el autor abandona definitiva­mente la figura humana y comienza a trabajar con objetos a los que da nueva vida. En ‘O perdão’, del 2001, la artista portuguesa se autorretra­ta y luego aplica el pincel de pintura sobre su rostro hasta hacerlo casi desaparece­r.

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