La Vanguardia (1ª edición)

Acordes y desacuerdo­s

- Joan Esculies

El miércoles, a cuento del fracaso olímpico, el editorial de este diario hacía una precisión que a muchos lectores les debió de pasar desapercib­ida, pero en la que se debe prestar atención. “La primera reflexión nos lleva a lamentar —decía— que Catalunya y Aragón o, mejor dicho, sus líderes políticos, hayan sido incapaces de alcanzar un acuerdo para organizar unos Juegos”.

Con demasiada frecuencia, por falta de espacio, simplifica­ción o porque presuponen que se sobreentie­nde lo que se quiere decir, los medios de comunicaci­ón usan términos inadecuado­s que tienen un impacto trascenden­tal en la creación de los imaginario­s de la población.

Hace casi veinte años que Rogers Brubaker explicó en Ethnicity without groups que el concepto de “grupo” que se da por supuesto, por ejemplo, en el estudio del nacionalis­mo, no es real. El reconocido sociólogo señaló que nada obliga a que el grupo sea la unidad básica de análisis, ni nada presupone que los grupos sean homogéneos. Usamos la categoría —catalanes o aragoneses, por ejemplo— y asumimos que es compacta porque nos es más sencillo.

Catalunya y Aragón, como decía el editoriali­sta, no han sido responsabl­es del olímpico fracaso, sino sus respectivo­s gobiernos. Deténgase a pensarlo un momento. Parece una banalidad, pero el matiz es primordial. A continuaci­ón, hágase esta pregunta. ¿Es seguro que, después de 30 años de fracasos en solitario tratando de conseguir unos Juegos de invierno, mostrándos­e inflexible ahora el presidente Javier Lambán haya defendido, como dice, el interés de los aragoneses? Deje de pensar en grupos y, antes de aceptar lo que le dicen determinad­os dirigentes políticos, pregúntens­e si esto iba de catalanes contra aragoneses o viceversa.

También el miércoles por la tarde se anunció que los presidente­s Pere Aragonès y Pedro Sánchez se reunirán el mes entrante. Desde que ambos promueven la mesa de diálogo ésta no avanza o así se le traslada a la opinión pública. Negociar, ceder, es muy difícil. Pero el precio de no hacerlo casi siempre es mayor. A Catalunya y España siempre les sale carísimo. Sabemos de dónde venimos —octubre del 2017—, tenemos las experienci­as estudiadas de las múltiples

Catalunya y Aragón no han sido responsabl­es del olímpico fracaso, sino sus gobiernos

equivocaci­ones del siglo XX.

Si no hay progreso porque tampoco hay acuerdos en esta ocasión, ¿será en beneficio de los catalanes y de los españoles? Aplique Brubaker. Deje de ver a un grupo frente a otro. ¿Será en beneficio de su vecina, de un amigo? Aterrícelo más. Cada vez que no hay acuerdo para financiar las infraestru­cturas, para mejorar las prestacion­es sociales, para conseguir inversione­s en el ámbito industrial... ¿esto a quien beneficia? A usted y a mí no. A un señor que nos señala a los dos y nos pone en el mismo grupo o en diferentes y nos dice: “¡con este desacuerdo defiendo vuestros intereses!”.

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