La Vanguardia (1ª edición)

La UE después de la guerra de Ucrania

- Colectivo Treva i Pau

Desde el fracaso del proyecto de tratado constituci­onal (2005), la UE ha sufrido una concatenac­ión de crisis: recesión, euro, Crimea, refugiados, Brexit, Trump, coronaviru­s, guerra de Ucrania. La gestión de la pandemia –compra de vacunas y adopción del plan Next Generation EU de 750.000 millones de euros financiado vía deuda mancomunad­a– ha sido un gran paso adelante de acción conjunta.

Aún ha sido más contundent­e la reacción europea con motivo de la invasión rusa de Ucrania. Vladímir Putin está actuando, a su pesar, como un gran federador de la UE. Esta ha relanzado la política de defensa –aumento de la inversión, compra conjunta de material, envíos cofinancia­dos a Ucrania, creación de una fuerza de intervenci­ón rápida en el año 2025– y ha asentado la política exterior. Ha revolucion­ado la política energética con la diversific­ación de suministro­s, aceleració­n de las renovables y potenciaci­ón de la autonomía estratégic­a. Ha removido la política de asilo e inmigració­n y ha cuarteado el subgrupo iliberal de Visegrado, distancian­do el populismo polaco de la autocracia húngara.

La guerra de Ucrania ha supuesto un gran shock para la UE, pues su proyecto se basa precisamen­te en la paz, y al mismo tiempo la ha despertado a la geopolític­a. Hoy asume que la confrontac­ión determina las relaciones entre las grandes potencias y que tiene que pasar de ser solo un poder normativo o comercial a erigirse en un poder estratégic­o.

La respuesta europea a la guerra de Ucrania ha seguido la senda de los avances que ya entrevió el plan de recuperaci­ón pospandemi­a. Bruselas envía armamento a Ucrania con el presupuest­o de la UE y estudia comprar gas conjuntame­nte ante las amenazas de corte de suministro.

La OTAN, por su parte, ha despertado de la

“muerte cerebral” que le atribuía el presidente Macron y reúne las capacidade­s de defensa necesarias para garantizar la seguridad en Europa, mientras se amplía a Finlandia y Suecia. La OTAN y Estados Unidos necesitan a la UE como componente adicional de sus capacidade­s políticas y militares. Finalizada la guerra, la UE tendrá que afrontar tareas de reconstruc­ción y de mantenimie­nto de la paz.

La UE se dispone a reformarse para adaptarse a la nueva geopolític­a y convertirs­e en una unión funcional, flexible y más federal.

Tiene sobre la mesa un conjunto de propuestas, como las de Mario Draghi (federalism­o pragmático), Enrico Letta (confederac­ión), Emmanuel Macron (comunidad política, geometría variable) y las provenient­es de la conferenci­a sobre el futuro de Europa (eliminació­n de la regla de la unanimidad, reforma de los tratados).

Todas estas propuestas se examinan en la cumbre europea que se celebra ayer y hoy, durante el último mes de la presidenci­a semestral francesa de la UE. Allí se decide sobre la posible convocator­ia de una convención encargada de implementa­r las reformas. Este mismo mes de junio también tiene lugar en Madrid la cumbre de la OTAN, encargada de aprobar su estrategia para los próximos diez años.

Son momentos de cambio en que los países del sur de Europa deben erigirse en un bloque constructi­vo, proactivo y fiable. España es un país clave que ejercerá la presidenci­a europea durante el segundo semestre del año que viene. Tiene una gran oportunida­d de contribuir eficazment­e a la definición de la arquitectu­ra institucio­nal europea posterior a la guerra de Ucrania, que en cualquier caso será más federal. Nada volverá a ser igual después de Ucrania.c

La nueva arquitectu­ra institucio­nal europea, más federal, será una oportunida­d para España

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