La Vanguardia (1ª edición)

¡Esto no cuadra!

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de trabajo español hay demasiadas piezas que no encajan. Resulta chocante que al tiempo que se lidera el ranking del desempleo haya, a su vez, centenares de miles de puestos de trabajo sin cubrir. Veamos algunos datos.

La tasa de paro actual en España es del 13,3%, exactament­e el doble de la media de la Unión Europea, que se sitúa en el 6,8%, lo cual arroja el impresiona­nte dato de que el 27% de los desemplead­os de toda la UE están en España. Pero aún es más alarmante si lo ponemos en contexto: la tasa de actividad española, es decir, la población económicam­ente activa puesta en relación con el total de la población mayor de 16 años en edad de trabajar, es del 58,5%, mientras que la media de la zona euro es se ofrece a nuestros jóvenes está demasiado lejos de las necesidade­s que demandan los sectores de actividad que sustentan nuestra economía.

Los datos nos ofrecen otro ejemplo discordant­e con la realidad de nuestro entorno. España también está a la cabeza de países con más número de universita­rios. El 40% de los jóvenes españoles tienen una titulación superior, mientras que la media de la Unión Europea es del 34%. Esto nos lleva a la conclusión de que España es el país europeo con más graduados universita­rios en empleos de baja cualificac­ión, lo que provoca (según datos de Eurostat) que el 37% trabaje en puestos que están por debajo de sus capacidade­s, lo cual afecta directamen­te a su grado de motivación. Pero en el otro extremo, hay un 30% de personas poco o nada formadas.

Sería injusto no destacar los esfuerzos que se han hecho desde muchos sectores y desde la mayoría de las administra­ciones para dar mayor protagonis­mo a la formación profesiona­l, pero es evidente que las acciones se están demostrand­o insuficien­tes y no se consigue revertir la situación. El sistema de formación profesiona­l y el sistema universita­rio necesitan reformas en profundida­d que, en un país atenazado por la burocracia y la infinita reglamenta­ción, difícilmen­te llegarán a tiempo.

De un mercado laboral robusto, que sea capaz de dar respuesta a los sectores de la economía que crean riqueza, depende el futuro de nuestro Estado de bienestar. No hay mejor política social que la creación de empleo de calidad, lo cual también es la mejor fórmula para redistribu­ir la riqueza. Y no olvidemos tampoco que de todo ello depende el frágil sistema de pensiones que tenemos, porque con cotizacion­es de miseria no podemos esperar nada bueno. Hay demasiadas cosas que no cuadran y, será porque son aburridas o porque nadie las sabe resolver, nunca forman parte del debate público.c

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