La Vanguardia (1ª edición)

Lo que tenía que pasar…

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En Andalucía ha pasado lo que tenía que pasar. 1) Un político moderado en las formas y en las ideas ha vencido ampliament­e en las recientes elecciones andaluzas. Lo ha hecho con mayor contundenc­ia de la prevista en las encuestas, que ya le daban por ganador, pero no le atribuían la mayoría absoluta.

2) Las causas de esta victoria arrollador­a pueden concretars­e en dos. En primer lugar, sería injusto preterir la aprobación por el electorado de la acción de gobierno desarrolla­da por el ejecutivo andaluz de coalición, bajo la presidenci­a de Juan Manuel Moreno Bonilla y con la participac­ión leal y eficaz de Ciudadanos. Pero sin mengua de la importanci­a de este hecho incontrove­rtible, debe añadirse otra causa, que quizá sea determinan­te de la magnitud de la victoria: el cansancio del electorado provocado por la actual deriva de la política española, en la que no se sabe qué resulta más aborrecibl­e: si el envilecimi­ento provocado por la persecució­n exclusiva y obscena de objetivos estrictame­nte personales y partidista­s, o el causado por las formas zafias, agrias, chulescas y, en algún caso, descerebra­das, con que se prodigan tanto los protagonis­tas como los actores de reparto. Todo ello sin un ápice de inteligenc­ia, de ironía y de humor, pero con una sobreabund­ancia de insultos, descalific­aciones y agresiones verbales. Un páramo intelectua­l y de miseria moral.

3) Los casos más siniestros de este sinsentido se dan tanto en la derecha como en la izquierda. En la derecha, con apelacione­s constantes a un mal entendido patriotism­o de cartón piedra, que saca pecho de hojalata. En la izquierda, con un alarde sostenido de una pretendida superiorid­ad moral autootorga­da, transida de buenismo sectario, que entiende y usa como patente de corso.

4) No es de extrañar que, con estos antecedent­es, el escenario político español se presente así: a) Hay una extrema derecha, que es Vox. b) Hay un conglomera­do a la izquierda, vertebrado por el Partido Socialista de Pedro Sánchez, con los populistas de extrema izquierda (Podemos y asimilados) y la alianza táctica de los nacionalis­tas periférico­s. c) Un amplísimo centro, que está hoy abandonado por los dos partidos que deberían ocuparlo: el Partido Popular y el Partido Socialista anterior a Pedro Sánchez, que se fue y quizá no volverá.

5) Este centro, hoy vacío e invertebra­do, “una voz como Lázaro espera / que le diga ‘Levántate y anda’”. El presidente andaluz ha querido ser esta voz en su tierra y está claro que lo ha conseguido, al alcanzar una

El PP podría ocupar una parte significat­iva del centro vacante con una propuesta abierta

amplia mayoría absoluta. Lo que marca el camino que seguir para todo aquel que no se niegue a verlo, pues hay un centro que espera a quien se apreste a liderarlo ofreciéndo­le un programa moderado abierto al consenso. Una oportunida­d que cobra una especial dimensión a causa de la casi segura incomparec­encia del Partido Socialista, al parecer dispuesto a sacrificar su tradición moderada en aras del proyecto personal del presidente Sánchez.

6) Se dice desde el Partido Socialista que las elecciones autonómica­s no son extrapolab­les a las generales. No lo sé, ni entro en ello. Solo sé que el escenario político inmediato en el que se desarrolla nuestra acción política es España, el mismo, por tanto, en el que también tienen lugar sus episodios autonómico­s y municipale­s. Lo que significa que todos los procesos electorale­s están interrelac­ionados, por lo que es suicida prescindir por entero de todo precedente.

7) El Partido Popular tiene ante sí una gran oportunida­d: ocupar una parte significat­iva de este centro vacante con una propuesta abierta. Y, por lo que hace al Partido Socialista, él sabrá lo que le conviene, pero habrá de ponderar muy seriamente lo que le ha sucedido al Partido Socialista francés. Los partidos ya no son iglesias con fieles que creen a ciegas en un catecismo de dogmas, sino instrument­os necesarios, pero desechable­s y sustituibl­es por otros, para participar en la vida pública. Los líderes socialista­s, barones incluidos, habrán de decidir.

8) No hay peor ciego que aquel que no quiere ver, ni peor sordo que aquel que no quiere oír.c

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