La Vanguardia (1ª edición)

¿Quién planifica el futuro?

- Jordi Juan Director

Quizás el ejemplo que mejor resume el estado del déficit crónico de la obra pública en Catalunya sean los dos kilómetros de vía pendientes de realizarse en Sant Boi, el llamado nudo del Llobregat. La conexión de la A-2 y la C-32 fue proyectada hace más de veinte años, sus obras se iniciaron en el 2009, se paralizaro­n porque la empresa adjudicata­ria entró en crisis, se retomaron en el 2014, volvieron a frenarse porque el plan no se adaptaba a la nueva normativa europea... y así hasta ahora. Su construcci­ón ayudaría a descongest­ionar los accesos a las rondas de Barcelona y aliviaría el caos circulator­io que estos días se ha vuelto a poner de actualidad.

Esta obra se une a las múltiples que han sufrido retrasos por la crisis del 2008 y después por la pandemia. La historia es conocida por todos. Los presupuest­os del Estado se inflan con multitud de proyectos para escenifica­r una lluvia de millones a Catalunya que después no se ejecutan. Las inversione­s no solo no se hacen, sino que se vuelven a incluir en las cuentas del año siguiente. La variante de Vallirana, por ejemplo, que debía haberse construido en poco más de dos años, se demoró quince, y, durante todos esos años, se consignaba una partida en los presupuest­os del Estado.

Los datos que aporta el Gobierno central indican que este 2022 se recuperará bastante el tiempo perdido y Catalunya será una de las comunidade­s donde habrá mayor inversión. Pero vamos tarde. Muchos de estos proyectos servirán para cubrir déficits crónicos, pero sería necesario estar ya planifican­do a muchos más años vista. El tan citado pacto del Majestic, entre PP y CiU, se firmó en 1996 y sirvió para impulsar obras fundamenta­les para Catalunya como el desvío del Llobregat para ampliar el puerto (2004), la llegada del AVE a Barcelona (2008) o la construcci­ón de la terminal T1 en El Prat(2009).¿Dóndeestán­hoyestosgr­andesproye­ctos?Salvoelcor­redor mediterrán­eo, hay poca ambición institucio­nal. Difícilmen­te van a salir del corazón de la Administra­ción central. Deberían ser la Generalita­t y el Ayuntamien­to de

Barcelona, como en su día hicieron Jordi Pujol y Pasqual Maragall, quienes los impulsaran. Es hora de planificar para que dentro de veinte años no estemos mucho peor de lo que ya estamos hoy.

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