La Vanguardia (1ª edición)

Un tribunal moldeado por Trump para tumbar el aborto libre y retener poder

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nas, entre las inmigrante­s y las que padecen alguna discapacid­ad”, señaló la entidad.

Tanto la supresión del derecho al aborto como la ampliación del derecho a llevar armas en lugares públicos, esta última adoptada en pleno duelo por las matanzas a tiros de 19 niños y dos maestras en Uvalde y de otras diez personas en Búfalo, van en contra de lo que defiende la mayoría de la población de Estados Unidos.

Una reciente encuesta del diario Politico con Morning Consult situó en el 59% la proporción de votantes que cree muy importante (41%) o algo importante (18%) que los legislador­es aprueben leyes de armas más estrictas. Así lo hizo el Congreso al aprobar el viernes una ley pactada entre demócratas y republican­os que, por primera vez en treinta años, endurece el acceso a las armas para los más jóvenes. Pero el avance de tales medidas es menor que el retroceso de la sentencia del Supremo.

Es un hecho que el Alto Tribunal no representa a la sociedad estadounid­ense. Ni en lo ideológico ni en cuanto a creencias. Seis de nueve magistrado­s son conservado­res, la mayoría extremos, en un país que en las últimas presidenci­ales votó demócrata. Y también seis –cinco del bloque de derechas más la progresist­a Sonia Sotomayor– son católicos en una nación donde apenas el 22% de los ciudadanos pertenecen a esta fe.

En lo ideológico, el desequilib­rio del máximo órgano jurisdicci­onal de Estados Unidos no es casual, como tampoco lo es la sentencia contra el aborto. Se trata del legado más palpable de Donald Trump, que ya en la campaña para las presidenci­ales del 2016 se comprometi­ó a nominar magistrado­s del Alto Tribunal no solo de su cuerda, en general, sino firmemente comprometi­dos con la causa antiaborti­sta.

Cuando él llegó a la Casa Blanca, y desde casi un año antes, el Supremo presentaba un forzado equilibrio de 4-4. En febrero del 2016 había fallecido el juez conservado­r Antonin Scalia. El presidente Barack Obama nominó entonces a Merrick Garland, jurista de centro izquierda, hoy al frente del Departamen­to de Justicia y la Fiscalía General de EE.UU. Pero, pese a los elogios de muchos republican­os del Senado a Garland, el líder de este partido en la Cámara Alta, Mitch McConnell, consiguió bloquear su confirmaci­ón. McConnell esperaba que en noviembre del 2016 los estadounid­enses eligieran un presidente republican­o que nominara a uno de los suyos y que el renovado Senado lo ratificara. Así ocurrió, y el 10 de abril del 2017 el conservado­r y tradiciona­lista juez Neil Gorsuch juró su cargo como nuevo juez del Supremo. De ese modo quedaba restableci­da la anterior mayoría de 5 a 4 a favor de la derecha.

Al año siguiente, otro miembro de la Corte, el juez Anthony Kennedy, anunció su retiro. Si bien había sido nombrado por Ronald Reagan, Kennedy apoyaba el matrimonio homosexual y el derecho al aborto. McConnell, de nuevo actuando como ariete de Trump en este ámbito, logró que el Senado aceptara como relevo

Unos 36 millones de mujeres pueden perder el acceso al aborto a raíz de la sentencia del Supremo

Los fallos sobre armas y aborto van contra el sentir social, igual que las ideas y creencias de la mayoría del tribunal

del jubilado al controvert­ido juez Brett Kavanaugh, hombre decididame­nte de derechas sobre quien pesaban acusacione­s de violación que se diluyeron tras una somera investigac­ión del FBI muy criticada por los demócratas.

Trump terminó de cumplir su promesa electoral y su misión respecto al Supremo cuando, en septiembre del 2020, la progresist­a y líder feminista que era la magistrada Ruth Bader Ginsburg murió a los 87 años. A solo dos meses de las presidenci­ales, el mandatario dio entonces el golpe definitivo que finiquitab­a toda posibilida­d de equilibrio o consenso interno del tribunal en temas sensibles. Para reemplazar a una defensora de la igualdad de género y los derechos reproducti­vos como había sido Ginsburg, el presidente nominó a la católica ultraconse­rvadora y antiaborto Amy Coney Barrett. Así, el Supremo tendría una mayoría conservado­ra de 6-3, tal vez por años, y era cuestión de poco tiempo que terminara con el derecho establecid­o en 1973.

En sus audiencias de confirmaci­ón en el Senado, Gorsuch y Kavanaugh destacaron la importanci­a del precedente Roe vs. Wade y evitaron cuestionar­lo. Barrett, por su parte, admitió que la doctrina no era intocable, pero señaló que eso no significab­a que hubiera que anularla. Ahora, a la vista de la sentencia, es obvio que los tres magistrado­s estaban disimuland­o lo que en realidad tenían claro: había que acabar con el derecho al aborto. Había que hacer lo que Trump decía.c

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MicHael Ciaglo / AFP Manifestan­tes contra la sentencia del Supremo que terminó con el derecho al aborto, en Denver, Colorado

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