La Vanguardia (1ª edición)

En Ucrania: “Mamá, no quiero salir del sótano”

- Domingo Marchena Àlex Garcia

sótano, pero en realidad era un zulo, un habitáculo de 1,40 metros de alto por 1,40 de ancho con un banco para sentarse. Imaginad un ascensor estrecho y bajo, donde ni siquiera os podéis poner de pie. Así era el refugio subterráne­o que Svetlana Levkovska, una ingeniera de 30 años, y su hija Katia, de 9, compartían con tres familiares más en la ciudad ucraniana de Mikolaiv, muy castigada por los bombardeos rusos.

Svetlana y su hija son las primeras beneficiar­ias en Barcelona del programa Familia necesita familia, un proyecto altruista de acogida y acompañami­ento de personas desplazada­s por la invasión de Ucrania. Desde el 20 de mayo se han integrado en el hogar de Toni López y Laura

Badal, de 49 y 41 años, un matrimonio de Sarrià-Sant Gervasi con tres hijos: Lucía, Pol y Martina, de 4, 9 y 11 años.

A Svetlana le costó creer que la guerra era una realidad. El 24 de febrero, de madrugada, su madre la telefoneó: “Coge a la niña y venid rápido a casa. Al menos estaremos bajo el mismo techo”. Bajaron a la calle y pararon un taxi. El taxista, un señor mayor, les dijo: “Sí, hijas mías, estamos en guerra. Rusia ha coDecía menzado los bombardeos”. Bombardeo era una palabra que no existía hasta entonces en el diccionari­o particular de Katia.

Hoy bombardeo es un sinónimo de pesadilla. Al principio, los cazas solo sobrevolab­an Nikolaev, pero sus vuelos aterroriza­ban a la ciudad. Unos días después, las bombas comenzaron a caer (una, en el patio de la casa). Svetlana se divorció hace años. Ella, su hija, sus padres y su hermano se metieron en el refugio. Pasaron las semanas y su hija le dijo: “Mamá, no quiero salir del sótano”. Entonces supo que tenía que hacer algo.

Ese día la madre de Svetlana le dijo que el primo Alexander las podía sacar del país y le pidió que se salvaran. “Solo nos iremos si tú vienes con nosotras”. “Yo no os puedo acompañar por tres razones”. “¿Cuáles?”. “En el coche de tu primo únicamente hay dos plazas libres”. “Esa es una razón. ¿Y las otras dos?”. “Las otras dos son las más importante­s: tu padre y tu hermano”. El hermano ha sido moviliKati­a zado y ahora lucha en el frente.

Las escalas del viaje a Catalunya fueron, entre otras, Moldavia, Rumanía, Hungría, Suiza y Francia. Una vez en Catalunya, ella y su hija, como otras madres e hijas, pasaron unos meses en el hotel Antemare de Sitges. Cada día Svetlana envía un watsap a su hermano con el mismo temor. Y cada día, el mundo se para hasta que él contesta: “Todo está bien”. ¿Qué pasará si algún día no responde?

Melanc l a

La madre de Svetlana dijo primero: “Coge a tu hija y venid con nosotros, estaremos bajo el mismo techo”

Y semanas después: “Vete del país, sálvate y salva a la niña; yo no puedo ir con vosotras por tres razones...”

tardó un poquito más en aterrizar. Oía un tubo de escape en la calle y volvía a ser la niña del zulo de 1,40 por 1,40. “Vamos al sótano del hotel, mamá”. O veía un avión, allá a lo lejos (Sitges está muy cerca del aeropuerto de El Prat), y creía que las bombas iban a llover de nuevo. Su madre le explicó que esos ruidos eran normales y que no hay que temer a los aviones de pasajeros. Ahora le dice lo mismo que le dice a ella su hermano: “Todo está bien”.

Bien, no. Genial. En este piso de Sant Gervasi que hoy es su hogar temporal todo está genial. Las fotos de este reportaje parecen de un anuncio de moda. Alegría, belleza, felicidad. Toni y Laura, que se conocieron cuando él tenía 27 y ella 19, no podían permanecer de brazos cruzados ante la tragedia de Ucrania. Una imagen de televisión fue el detonante. Una madre, que no podía saltar una valla, rogaba que alguien se hiciera cargo de su bebé al otro lado.

En realidad, aquellas imáge

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