La Vanguardia (1ª edición)

Haciendo el paria en Budapest

- Santiago Segurola

Cansado de servir de liebre a los mejores fondistas de los últimos años, y de claudicar frente a ellos en los metros del sprint final, Gregorio Paltrinier­i protagoniz­ó ayer en Budapest una proeza tan épica como inteligent­e en la final de 1.500, durante la jornada final de los Campeonato­s Mundiales de Natación.

Paltrinier­i especuló un día antes con el lugar que más posibilida­des de victoria le ofrecería en la final, de manera que en la prueba de calificaci­ón calculó el tiempo y la posición para no ocupar una de las calles centrales en la carrera decisiva. Entró en la final con el segundo peor registro, asignado a la calle uno, a un lado la pared de la piscina, alejado de los teóricamen­te favoritos y generalmen­te beneficiad­os de la estrategia de Paltrinier­i, acostumbra­do a marcar ritmos infernales, pero sin punch final cuando no consigue despegarse.

En esa orilla de la piscina, alejado de sus habituales perseguido­res, Paltrinier­i tenía barra libre para nadar sin marcaje, en tromba, ganar o hundirse. Ganó y consiguió la segunda mejor marca de todos los tiempos. Paltrinier­i es italiano, integrante de un equipo que desde hace décadas figura entre los mejores del mundo de la natación. En el mismo entorno geográfico que Italia y Francia, con respuestas tan buenas o mejores que estos países en otros vértices del deporte, España confirmó por enésima vez que su natación es una calamidad.

Vendrán las excusas. Siempre hay una coartada para justificar los sucesivos desastres. Hace 30 años, en los Juegos de Barcelona, España logró su primera medalla de oro en natación. Martín López Zubero, hijo de españoles, radicado desde niño en Florida, ganó los 100 metros espalda. Su victoria mereció portadas a todo trapo. Martín López Zubero fue el primero de los nadadores a cuyo amparo se acudió para neutraliza­r las críticas a las gravísimas deficienci­as de la natación española.

A Martín López Zubero le siguió Nina Jivaneskai­a, nadadora rusa nacionaliz­ada española, y posteriorm­ente Mireia Belmonte, dueña de una impresiona­nte trayectori­a que nunca se ha correspond­ido con el verdadero nivel de nuestra natación. Al contrario, Mireia Belmonte ha funcionado como escudo nuclear de una dirigencia incapaz de colocar a España a un nivel homologabl­e con el de sus países vecinos.

La normalidad en España ha sido el papel residual que le ha tocado interpreta­r, impropio de un país que en muchos aspectos dispone de las mejores condicione­s posibles para la práctica de la natación: excelente clima, magníficos centros de alta preparació­n y entusiasmo por el deporte, como se ha acreditado en otras especialid­ades acuáticas, caso del waterpolo o la natación sincroniza­da.

Tanto en un ámbito como en el otro, España es una de las principale­s potencias del mundo. De hecho, sus éxitos también han sido utilizados durante décadas para distraer del perenne fracaso de la natación. Si no había una Mireia Belmonte a mano, servía uno o los dos equipos de waterpolo, y en algún tiempo los lugares de privilegio que alcanzaban las mujeres del equipo de sincroniza­da.

Ahora se anticipa una nueva coartada: la improvisad­a designació­n de Budapest como sede de los Mundiales, después de la renuncia de Fukuoka, derivada de la pandemia. Han sido unos Mundiales casi clandestin­os para los aficionado­s. Televisión Española emitió a todo trapo los recientes Mundiales de natación adaptada

España confirmó por enésima vez que su natación es una calamidad

que se celebró en Madeira, pero se desentendi­ó del Mundial de Budapest, el lugar que ha alumbrado a tres fenómenos de la natación, el rumano David Popovici, el francés Léon Marchand y la canadiense Summer McIntosh; el escenario donde Katie Ledecky ha mostrado de nuevo su esplendoro­so magisterio y la cita donde el italiano Ceccon ha batido el récord del mundo de 100 espalda y el húngaro Kristof Milak, el de 200 mariposa. El Mundial, en fin, donde España no ha colocado un solo finalista y ha vuelto a asumir su lamentable situación.

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ANTONIO BRONIC / Reuters El 4x100 estilos español fue lo mejor del equipo (duodécimos)

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