EL EPO TAJE
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La policía salta al ring.
Tyson hace aspavientos, fuera de sí. Holyfield toma asiento en el rincón.
Llueven vasos y botellas sobre Tyson, que se retira escoltado por los agentes. Muchas horas más tarde, aún abundan las peleas a las puertas del hotel MGM. Algunos hablan de estampidas y tiroteos. Nadie lo confirma.
Tyson tiene 29 años y ya es el ogro, por si alguien aún albergaba dudas. Ha pasado tres años entre rejas, condenado por violar a Desiree Washington en 1990, su historial delictivo da para rellenar un par de hojas en Din A4.
Es the baddest man on the planet (el peor hombre del planeta).
Afloran los chistes. Le nombran sportsman of the ear. Dicen que pronto combatirá con Hannibal Lecter.
Nadie le contaría esos chistes en un cara a cara.
Holyfield tiene 34 años y en el hospital, mientras le cosen la oreja, se parte de la risa.
–Sigo adorando a Tyson. Pero necesita un nuevo salvador –dice, mientras telefonea a Atlanta para conversar con sus tres hijos.
La deriva de uno y otro levanta dos corrientes.
Los cronistas recuerdan los orígenes de ambos, púgiles amateurs que, en 1984, soñaban con ser olímpicos. Juntos habían pasado un tiempo en Colorado Springs, en una concentración de seis meses entre cuyas paredes se había revelado el Tyson teenager, completamente asalvajado.
Nadie quería entrenarse con él, nadie se subía al cuadrilátero para echar guantes con Tyson. Hacerlo acarreaba sus riesgos. Tyson era vehemente en sus maneras, un ciclón descontrolado.
Nadie se entrenaba con él salvo Holyfield, suerte de padre protector.
En los trials de Fort North, Texas, Holyfield se ganaría su plaza (sería bronce en pesado en LA’84); también lo haría Henry Tillman (oro en la misma categoría). Tyson, no, Tyson se había quedado fuera, no sería olímpico, ni entonces ni nunca.
–Mi padre era un alcohólico y un proxeneta –diría Tyson años más tarde.
Los cronistas tendieron a psicoanalizarle, insistieron en la dicotomía que separaba a Tyson de Holyfield. Se desataron las especulaciones. Durante años, se planteó la posibilidad de un tercer Tyson-Holyfield, duelo que jamás llegó a producirse.
Holyfield estiró su carrera hasta el 2011 (44 victorias, diez derrotas y dos nulos), no pasó por las turbulencias del turbio Tyson, definitivamente convertido en un showman. Tyson se tatuó medio rostro, paseaba un tigre en Resacón en Las Vegas, ofrecía monólogos en Broadway. Se arruinó y se rió de sí mismo, montó decenas de empresas, comercializó con marihuana, diseñó unas gominolas de cannabis con forma de oreja mordida. Las llamó Mike Bites.
En una entrevista reciente, cuando fueron a preguntarle por aquel episodio en Las Vegas, Tyson dijo:
–La oreja de Evander Holyfield sabe a culo.
(Como presentación de sus gominolas, es un discurso pésimo).c
Por filosofía empresarial y deportiva, y por proximidad geográfica, Ducati siempre ha mantenido un paralelismo con Ferrari, dos marcas que exprimen su singularidad tradicional y europea y el pedigrí ante las potencias niponas. Ahora tienen otro nexo de unión: la velocidad que las hace dominadoras de las poles. Tanto Charles Leclerc como Pecco Bagnaia son los amos de los sábados. Pero los domingos... son otra cosa.
Si el monegasco acumula seis de las nueve posiciones preferentes de salida este curso, su colega italiano de Ducati se apuntó ayer en Assen la cuarta en 11 grandes premios, que le destacan como el piloto más veloz a una vuelta lanzada. Con ella, Bagnaia pretende aferrarse a su último clavo ardiente para recuperar las opciones de luchar por el título, después de prácticamente despedirse en Sachsenring con su cuarto cero, que lo descolgaba a
El ‘Diablo’, con freno: “Si veo que puedo atacar, lo haré; si veo que no, no cometeré un error estúpido”
91 puntos de Fabio Quartararo.
Sin embargo, al líder francés, que siempre está allí delante, segundo en la parrilla de salida, no acaban de salirle demasiados rivales que le pongan en aprietos. Aleix Espargaró, segundo en el campeonato, no acaba de llegar. En el pasado GP de Alemania fue cuarto y se retrasó a 34 puntos del francés. Ahora en la Catedral neerlandesa, el de Granollers arranca quinto, de la segunda fila, obligado a presionar con un mejor resultado para irse de vacaciones en menos de una victoria de distancia.
“Creo que estoy bastante a la par de Pecco y de Fabio”, decía el de Aprilia, animado para presentar batalla por la victoria, aunque visiblemente molesto por su 5.º puesto de salida. “He pillado dos banderas amarillas, he tenido que abortar las otras dos vueltas y conformarme con la quinta posición”, lamentaba.
Por su parte, Quartararo ya piensa como un campeón en potencia, con la calculadora en la mano: “Si veo que puedo atacar, atacaré, pero si veo que no tengo feeling, no lo haré para no cometer un error estúpido”, decía el francés, que está llevando el mismo camino hacia el título que en el 2021, con los mismos 172 puntos tras los primeros diez GP.