La Vanguardia (1ª edición)

OTAN, un muerto muy vivo

- Álex Rodríguez Director Adjunto

Se encuentra en estado de muerte cerebral, diagnostic­ó Emmanuel Macron en noviembre del 2019. La presidenci­a de Donald Trump también puso en duda su superviven­cia. Pero nadie le aplicó la eutanasia. Ahora, a sus 73 años de edad, está más viva que nunca. Putin, con su invasión de Ucrania, la ha resucitado de entre los muertos, si es que alguna vez estuvo en tal lugar. Hija de la Alianza Atlántica, su brazo político, la Organizaci­ón del Tratado del Atlántico Norte (OTAN) nació para contener a la Unión Soviética y proteger a las democracia­s de Europa Occidental del comunismo. Ahora, con Biden en la Casa Blanca profundiza­ndo en la estrategia trazada por Obama, se trata de contener a China, una autocracia como la Rusia de Putin. Está en juego un nuevo orden mundial.

El Atlántico ha dejado de ser desde hace unos años la preocupaci­ón principal de Estados Unidos, líder del club militar más longevo del mundo. Ahora lo es el Indo-Pacífico. Por ello, la organizaci­ón apunta hacia un futuro más global que atlántico. Ya se acercó a las fronteras de China con su intervenci­ón en Afganistán, finalizada abruptamen­te por Estados Unidos el pasado verano. Y con su política de socios alrededor del mundo ha establecid­o vínculos, además de con ese país de Asia central, con Australia, Colombia, Irak, Japón, Corea del Sur, Mongolia, Nueva Zelanda y Pakistán. Cuatro de estos países (Australia, Corea del Sur, Japón y Nueva Zelanda) fueron invitados en diciembre del 2020 a una reunión ministeria­l para “debatir las relaciones de poder a escala mundial y el auge de China”, y su modelo de gobernanza.

Cuarenta años después del ingreso de España en la OTAN, Madrid acoge esta semana la cumbre de la OTAN, que cuenta con treinta miembros que concentran casi un 50% del PIB mundial. Y lo hace para elaborar su concepto estratégic­o para los próximos diez años. Contener a China, alinear la estrategia de la UE y la OTAN, reforzar el pilar europeo de defensa y crear un cortafuego­s contra las autocracia­s serán, a buen seguro, alguno de sus objetivos. Putin ha allanado el terreno. A la puerta de la septuagena­ria alianza, que iba camino de convertirs­e en un viejo club, cómodo y obsoleto, llaman dos hijos más: Finlandia y Suecia.

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