La Vanguardia (1ª edición)

El letargo catalán

- Francesc-Marc Álvaro

Ha pasado un año desde los indultos a los líderes del procés condenados por el Supremo. Cada uno ha rehecho su vida después de casi cuatro años en la cárcel, inhabilita­dos para cualquier cargo público y pendientes, en estos momentos, de las impugnacio­nes del PP, Cs y Vox contra los indultos concedidos por el Gobierno de Pedro Sánchez. El gesto del presidente – tan necesario como valiente– debía servir para favorecer el retorno del conflicto catalán al carril de la política. ¿Lo ha conseguido?

Si continuamo­s con la metáfora, podemos asegurar que el tren está sobre las vías, pero no ha hecho mucho recorrido, es un tren parado. La visión táctica y cortoplaci­sta que gasta el líder del PSOE ha convertido los indultos en el alfa y omega de toda la política de la Moncloa sobre Catalunya. Eso es un error: los indultos eran la condición necesaria (no suficiente) para afrontar una normalizac­ión institucio­nal que necesita contenidos. Y los contenidos son siempre el fruto de negociar de veras, dentro y fuera de la mesa de diálogo. El anuncio de que habrá un encuentro de los dos presidente­s antes de vacaciones es una especie de placebo para engañar el dolor de cabeza. Madrid ha puesto la carpeta catalana en el rincón de los objetos perdidos.

Hay quien afirma que Sánchez no tiene ninguna necesidad de avanzar en el diálogo con Pere Aragonès porque la inflamació­n procesista se ha convertido en un pequeño grano, casi seco, en la piel de la política española; el postprocés es un grano que ya no molesta ni se ve. Hay quien considera que los gobiernos españoles solo se mueven cuando detectan que el malestar catalán organiza manifestac­iones y huelgas. Hoy por hoy, el independen­tismo gobierna en la Generalita­t, pero no ocupa las calles. Eso ocurre por los efectos de la pandemia y la crisis que ha generado la guerra en Ucrania, y sucede también por las mismas contradicc­iones internas de un movimiento donde los intereses de parte se han impuesto a cualquier estrategia unitaria. Por encima de todo eso, está la sensación de impotencia que ha quedado como legado de octubre del 2017. Aquel fue un momento en que se mezcló la represión del Estado con la falta de visión de los líderes independen­tistas.

Si la Moncloa interpreta que el independen­tismo está sin aliento, podría pensar que no debe hacer nada más que emitir buenas palabras y regalar algunos espejitos a ERC, para que le vote lo

Los agravios que pusieron en marcha el ‘procés’ no han desapareci­do

importante en el Congreso. Si, en cambio, hubiera algún buen lector de historia al lado de Sánchez, lo avisaría de que los agravios que pusieron en marcha el procés no han desapareci­do y que solo estamos atravesand­o un discreto letargo.

Digámoslo de otro modo: las tesis y ejemplos del editorial que La Vanguardia y once diarios más publicaron el 26 de noviembre del 2009 bajo el título “La dignidad de Catalunya” son hoy plenamente vigentes. No era un escrito independen­tista, era un aviso. Termino con uno de sus fragmentos: “El dilema real es avance o retroceso; aceptación de la madurez democrátic­a de una España plural, o su bloqueo”.

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