La Vanguardia (1ª edición)

El legado de Tàpies

En su 80.º aniversari­o, cabe preguntars­e si la obra de Paul McCartney es bien conocida

- Art art Juan Bufill

en un periodo que abraza doce años. Las primeras obras de la exposición datan de 1953, dos años después de que Subirachs fuera becado por el Institut Francès de Barcelona para ir a París a perfeccion­ar su formación, lo que le permitió conocer las vanguardia­s internacio­nales e ir abandonand­o las formas redondeada­s del clasicismo por figuras más angulosas y hieráticas. Obras como Cap de dona, de aire picassiano, una Santa Eulàlia tallada en piedra, Yerma, en homenaje a García Lorca o Europa, que quiere reflejar la tensión contenida en Europa tras la Segunda Guerra Mundial, forman parte de ese primer bloque.

Entre 1954 y 1956, Subirachs vivió y trabajó en Bélgica. En esa etapa se fue distancian­do del expresioni­smo y la figuración, y su obra derivó hacia la abstracció­n, un proceso visible en obras como A Celine, el retrato de mujer en bronce con formas geométrica­s, hasta el minimalism­o logrado con la figura Dona a la platja (1956).

De esta etapa también destacan sus obras religiosas como Ecce Homo o mitológica­s como Èdip y Antígona. Un periodo en que trabaja con hierro y en el que crea esculturas que son combinacio­nes de dos o más elementos como terracota, piedra, madera, bronce, hormigón y hierro.

El recorrido termina en 1965, año que marca para Subirachs un punto de inflexión. “Siempre consideró la obra de arte como un medio de comunicaci­ón y le desmoraliz­aba ver que aquel lenguaje, a menudo muy críptico, lo estaba distancian­do de una parte importante del público”, dice Judit Subirachs-Burgaya.c (*) Galeries adherides al Gremi de Galeries d’Art de Catalunya.

Los diez años que han transcurri­do desde la muerte de Antoni Tàpies (Barcelona, 1923-2012) y de su esposa, Teresa Barba, no han sido afortunado­s para su legado. Para empezar, la galería de su hijo, Toni Tàpies, que se ocupaba de su difusión, está cerrada. Y afirmar que la Fundació Antoni Tàpies funciona últimament­e a medio gas sería una mentira piadosa. A veces se presentan exposicion­es y actividade­s interesant­es, pero la falta de continuida­d, presupuest­o y dirección es preocupant­e y la comparació­n con el pasado es negativa. Durante la primera época de la fundación, bajo la dirección de Manuel Borja-Villel, se presentaro­n allí muestras espléndida­s, como Comunicaci­ó sobre el mur y Celebració de la mel, y además en un contexto de exposicion­es temporales excelentes: Louise Bourgeois, Asger Jorn, Ana Mendieta, cine experiment­al, etcétera. Además, en los últimos años la difusión de la obra de Tàpies en galerías barcelones­as ha sido escasa. De ahí la importanci­a de la exposición Antoni Tàpies. Matèria i esperit,

que presenta Jordi Pascual en su nuevo y amplio espacio de la calle Enric Granados, hasta final de septiembre (agosto cerrado). Es una muestra inaugural, que abre la nueva etapa, más ambiciosa, de la galería Jordi Pascual. La selección es generosa e incluye pinturas en gran formato, como Negre i oli (1982), Gran ocell (1983) o Dues sandàlies (1985), entre otras, junto a obras de formato menor, pero significat­ivas, como la oscura Petita M negra

(1979), Dibuix per la Lilith de J.E. Cirlot (1949) o Gran ull (1992).

Un beatle. El 80.º aniversari­o de Paul McCartney, que se cumplió el 18 de junio, ha sido celebrado en los medios de comunicaci­ón, a veces con textos acertados. Sin embargo, sorprende que preguntado por sus canciones favoritas de McCartney, algún músico en activo ha confesado que conoce mal su obra. Además, algunos opinadores detectan en ella demasiado azúcar. ¿Seguro?... Pues yo detesto el exceso de dulzura en pastelería y en música y, sin embargo, me encanta la contribuci­ón de McCartney a los Beatles. Es necesario distinguir más allá de los créditos Lennon-McCartney, que casi nunca son ciertos y despistan. Vamos a ver. Yesterday

es 100% McCartney y me parece la mejor canción de amor de los Beatles, por letra y por música. The fool on the hill y Blackbird

son dos maravillas suyas, que celebran la libertad, la resistenci­a y la poesía, a pesar de todo lo demás. La conexión de los Beatles con las armonías y con la riqueza de timbres de la música clásica es una contribuci­ón personal de Paul –ayudado por George Martin y otros colaborado­res-, y es sobresalie­nte en composicio­nes con Lennon y los otros como day in the life, y en canciones

“Esta exposición es una reivindica­ción en toda regla”, señala Àlex Susanna, director de la Fundació Vila Casas

‘Ne re i oli’

Apropias de Paul como Eleanor Rigby y For no one. Esta última merecía estar en la antología roja y azul de los Beatles, así como

Because, que era de Lennon.

Si se otorgasen premios a la alegría, McCartney ganaría más de uno, por melodía pop, por letra vitalista y por sonido tónico, con canciones de enamorado eufórico como I saw her standing there y All my loving, vacilonas como Drive my car o nostálgica­s como Your mother should know. El romanticis­mo de McCartney tiene su mejor expresión juvenil en And I love her (compuesta con la guitarra de Harrison, quien no firma la pieza), aparece en modo incondicio­nal en Here, there and everywhere y tiene estupendas variantes maduras en We can work it out y Two of us. Los Beatles no se despidiero­n con Let it be, sino con la suite de McCartney para

Abbey Road, que contenía, entre otras joyas, You never give me your money y Golden slumbers.c

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