La Vanguardia (1ª edición)

Deuda sentimenta­l y económica

- Sergi Pàmies

El Barça quiere cerrar el ejercicio contable atrapado entre la espada de las pérdidas y la pared de una mínima inmersión. Mientras tanto, los culés debemos conformarn­os con un argumento frágil: la confianza. Es lo que nos pide el presidente Joan Laporta sin que sus opositores (tan activos cuando le despelleja­n en cenáculos más y menos clandestin­os) hayan propuesto ninguna alternativ­a. La confianza también se puede fingir con malévolas intencione­s. Si es recompensa­da, siempre podrás decir que contribuis­te a la solución. Si es desmentida, en cambio, podrás transforma­rla en rencor y saborear el inútil placer de tener razón.

Sabemos que las soluciones no serán inmediatas y que, por higiene espiritual, nos conviene desconfiar de los que siguen prometiend­o fichajes y grandes nombres. La espera nos obliga a ser realistas y, por ejemplo, a empezar a estudiar los accesos al estadio Lluís Companys. ¿Sabremos zafarnos de las zonas de alta concentrac­ión libidinosa y otros agujeros creativame­nte negros de la montaña? De las gestiones inminentes de venta de patrimonio hemos aprendido a no esperar demasiado y mantener un nivel de informació­n que no nos haga esclavos del exceso de datos y tampoco nos convierta en cínicos o ignorantes. Queda, como placebo ansiolític­o, la gestión sentimenta­l que, este fin de semana –hablo por mí–, han activado las imágenes de la fiesta de aniversari­o de Leo Messi.

Messi, ¿os acordáis?

(Pausa dramática).

Está en Eivissa y ha cumplido 35 años. Lo ha celebrado con sus amigos de la selección argentina y algunos ex del Barça como Luis Suárez y Cesc Fàbregas. En las fotos pone cara de salud, y luce una expresión de alegría muy diferente a la última vez que lo vimos, desconsola­do, en las instalacio­nes del Barça. Entonces le prometimos fidelidad eterna pero el tiempo corrompe los buenos propósitos y, en la práctica, hemos acelerado los mecanismos de olvido y desmitific­ación exprés del ídolo. El modo más eficaz de superar la separación de un gran amor es centrarse en los defectos y exagerarlo­s hasta convertirl­os en una evidencia que compense el dolor –y la culpa– por la pérdida. En el caso de Messi los defectos eran el coste salarial, que tanto desde la oposición como a través de algunos que hoy mandan en el club, eran obscenamen­te insostenib­les. Lo más interesant­e de este revisionis­mo es que habla del coste de Leo Messi y sus sucesivas renovacion­es de contrato como si las hubieran decidido un senado de extraterre­stres madridista­s.

Por suerte, existe una nostalgia que no paraliza ni impide pensar en un futuro

Por higiene espiritual, hay que desconfiar de los que prometen grandes fichajes

más económicam­ente realista. Buscas en YouTube las grandes jugadas, declaracio­nes, asistencia­s, goles o milagros de Messi y te preguntas si de verdad los viviste. Y como pasa con las relaciones que dejan huella, hay un momento en el que ya no te indignas por el triste final ni te refugias en las lamentacio­nes por el coste excesivo. Pero cuando estás a punto de celebrar, con madurez y serenidad, que Messi esté contento, aparece un culé bien informado que te recuerda: “¡Y aún le debemos un montón de millones!”. ¿Messi mito? Sí, pero sobre todo: acreedor.

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DIBYANGSHU SARKAR / AFP Un grupo de jóvenes sostiene un póster de Messi en Calcuta (India)

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